Isabel San Sebastián-ABC

  • Trump, Iglesias y Junqueras encarnan exactamente la antítesis de la democracia

Hace ya más de una década, en 2008, Alessandro Baricco escribió un ensayo profético sobre la catástrofe cultural y política a la que estaban abocadas nuestras sociedades occidentales, hijas de esa victoria del verdadero progreso que dio en llamarse Ilustración. Con una lucidez impactante, el escritor turinés explicaba cómo el pensamiento fruto de la lectura sosegada de libros, el juicio crítico basado en el contraste de ideas, la auténtica libertad nacida del conocimiento y la reflexión, habían dado paso a la ocurrencia, la improvisación, los volantazos resultantes de surfear a toda prisa una realidad cambiante; esto es, navegar por la superficie de la última moda o corriente populista, renunciando a profundizar en los hechos y despreciando así olímpicamente la búsqueda de la verdad. Denunciaba Baricco el peligroso destierro de valores como el esfuerzo o la tenacidad, barridos por la tiranía del «lo quiero, lo merezco, lo tengo». Y en un símil aterrador con la caída de la civilización romana, situaba en Google, el buscador convertido en única fuente informativa para un número creciente de personas, el campamento de los bárbaros invasores. Hoy las «hordas» del tercer milenio sientan plaza en todo lo que nos rodea, con especial incidencia en la comunicación y la política. Controlan las televisiones, cuya capacidad de manipulación es infinitamente superior a la de los periódicos, en alarmante declive, y se han adueñado de las redes sociales, auténticas escupideras intelectuales desde las cuales ejercen su poder tiránico: tergiversan, amenazan, intimidan, señalan, acosan, divulgan mentiras y bulos, movilizan a sus marionetas, ciegos mercenarios al servicio de causas que ni entienden ni pretenden entender, o bien ejercen de «influencers» (en español, referentes), sin más méritos que una cara bonita o una lengua afilada. Ni el propio Baricco alcanzó a calibrar la magnitud del desastre.

Lo ocurrido el día de Reyes en Washington ilustra a la perfección el fruto de ese proceso. Donald Trump en la Casa Blanca es el equivalente de Alarico en Roma, aunque tengo para mí que el caudillo godo estaba más impregnado de la cultura romana de lo que el tuitero POTUS ha llegado a estar jamás del espíritu democrático. Sus turbas asaltando el Capitolio evocan el saqueo de la capital del Imperio en el año 410, sin una Constantinopla capaz de tomar el testigo. Porque lo ocurrido en Estados Unidos lleva tiempo sucediendo en Europa y, concretamente, en España. ¿Qué otra cosa fue el ataque al Parlamento de Cataluña protagonizado por grupos violentos de independentistas obedientes a las consignas de Torra? ¿O el «rodea el Congreso» jaleado por los altavoces podemitas? ¿O los llamamientos a salir a la calle lanzados desde la izquierda tras la victoria del centro-derecha en las autonómicas de Andalucía? Tomar el poder al asalto es propio de bárbaros, sea cual sea su apellido. Trump, Iglesias y Junqueras (lo de Otegui es aún peor) encarnan exactamente la antítesis de la democracia.