TONIA ETXARRI-EL CORREO

Con Barcelona como ciudad anfitriona y con el mandatario más jacobino de los aliados europeos, Emmanuel Macron, el presidente del Gobierno español quiere potenciar la imagen de ‘normalización’ de Cataluña, en la cumbre hispano-francesa que se celebra hoy en la ciudad condal. Justo lo contrario de lo que persiguen los independentistas que, desde que oyeron a Sánchez decir que el ‘procés’ ha terminado -después de las últimas concesiones judiciales- siguen empeñados en ‘internacionalizar’ su conflicto, porque «aquí no se ha acabado nada».

Una cumbre en la que se hablará de la conexión de hidrógeno y de la deficiente conexión ferroviaria entre España y Francia (!ay, esa ‘Y’ vasca que no acaba de llegar!) que Sánchez quiere utilizar como trampolín en su carrera promocional como próximo presidente de turno de la Unión Europea el próximo mes de julio, pero que se verá empañada por los nubarrones de quienes la quieren boicotear.

ERC, socio preferente discontinuo, ha decidido repartirse los papeles porque no le quedaba más remedio. Estará en la procesión y repicando. El presidente de la Generalitat, que no tiene los problemas que le afligen cuando debe desplegar su abanico de cortesía en las visitas del Rey Felipe VI, estará, esta vez sí, atendiendo a los invitados. Aragonés, en el Palau de Montjuic, haciendo los honores a los mandatarios de dos Estados que le oprimen (España y Francia), mientras Junqueras se manifiesta contra esa cumbre que los independentistas consideran «una provocación». Todo en orden. No se trata de un trastorno bipolar. Se trata de un cálculo medido para que la ‘policía moral’ de Junts no recrimine a ERC que haya sucumbido a las mieles de La Moncloa. Al fin y al cabo, fue Puigdemont quien lanzó la convocatoria de una protesta en la que participarán Òmnium, ANC, Junts y la CUP. Lo mejor de cada casa. ¿Cómo no iba a estar ERC, también, en la calle? Tiene sus excusas para escenificar su descontento con La Moncloa ahora que sabe que, en cuanto tienen ocasión, los socialistas del Gobierno minimizan su mesa de negociación con la Generalitat, de la que dicen que se trata de «un foro informal».

Los que se van a manifestar llevan días ridiculizando a Aragonés, al que llaman ‘el mayordomo’ (recibirá a los asistentes pero no participará en sus reuniones, si no hay cambios de última hora) y hacen apuestas sobre si se atreverá a desplegar una ‘estelada’ en tan solemne ocasión.

Aparte de las provocaciones, a Macron le preocupa poco la manifestación de los independentistas. Ni por su contenido (hace tiempo que él se dirigió a los corsos para decirles que su idioma nunca sería una lengua cooficial en Francia). Ni por las formas, que bastantes frentes abiertos tiene ya en su país con la primera huelga general que tendrá lugar contra la anunciada reforma de las pensiones. A Sánchez le preocupa algo más. El ‘procés’ no se acaba por decreto ley. Seguirán dando guerra, a pesar de todo lo que han logrado.