EL CORREO 08/12/14
TONIA ETXARRI
· La revisión federal de los socialistas servirá, sobre todo, de propaganda electoral
tienen delimitado ni el camino ni la meta, ha querido iniciar su propio camino sin calcular las consecuencias en la necesaria estabilidad institucional. Si Pedro Sánchez, dispuesto a renegar hasta de sus clásicos, abre el melón de la reforma constitucional para marcar su impronta, disipar de paso sus diferencias con el PSC y alejarse de la asimilación de los socialistas al denostado bipartidismo para trazar su propio perfil, su estrategia se entenderá principalmente en clave electoral.
A estas alturas ya nadie, ni siquiera en La Moncloa, pone en duda la necesidad de acoplar el marco jurídico a las necesidades actuales. Se trata de ver qué se quiere reformar, cuándo es el momento y con qué apoyos se cuenta. Pero si de verdad Pedro Sánchez cree que su revisión federal logrará «acomodar» a los nacionalismos, habrá pinchado en hueso. Su propuesta de revisión constitucional chocará irremediablemente con los nacionalistas a los que la organización federal de igualdad, solidaridad y lealtad les suena a un concepto «uniformizador» del que han pretendido siempre marcar distancia.
«Vivimos en un Estado de la autonomías que ya es muy asimétrico», admitía en una entrevista radiofónica Miquel Iceta, en donde se le emplazaba a compaginar la lealtad de un sistema federal con el privilegio financiero de las comunidades autónomas forales. Idoia Mendia, secretaria general de los socialistas vascos, aceptaba el reto en una conversación privada. «El problema reside no tanto en el Concierto sino en el cálculo del Cupo. De lo que aportamos al Estado por competencias no transferidas. En su día se trató de una negociación política. Ahora tendrá que darse algo parecido». ¿Y para evitar agravios comparativos? «Un fondo común de solidaridad con el resto de España». Una propuesta que levantará ampollas; sin duda.
Por eso los socialistas son conscientes de que ahora están abriendo una vía que, en lo que queda de curso político, servirá sobre todo para la propaganda. Y para distanciarse del PP. De las concreciones quizás no sean capaces de hablar hasta la próxima legislatura. Y ahí, probablemente, radique su error de base. Porque si quieren comenzar un nuevo ciclo en el que las propuestas populistas ajenas acaben arrastrándolos hacia la ausencia de compromiso constitucional, probablemente opten por elegir unas alianzas que difícilmente puedan garantizar un consenso superior al obtenido con los referéndums de la Constitución y de los posteriores estatutos de autonomía.
Mientras, el PNV, reclama lo de siempre. No se le puede recriminar una falta de coherencia. Porque si en 1978 se abstuvo de votar la Constitución porque no contemplaba el «derecho de autodeterminación», ahora vuelve a reclamar lo mismo.
¿Son de fiar quienes rompen los pactos que ellos mismos propusieron?, insiste el entorno de Rajoy para referirse a la cabriola que ha hecho el PSOE con su propuesta de reforma del artículo 135 de la Constitución, modificado en su día por el propio Zapatero.
La situación de emergencia provocada por el desafío soberanista catalán y de incertidumbre política ante el ascenso de las opciones populistas que desprecian la Constitución del 78 como marco de un «régimen» de dudoso perfil democrático, está sacudiendo los cimientos de la convivencia, pretendiendo borrar los núcleos de nuestra historia. Y preservar la memoria es un ejercicio necesario no sólo para entender los errores pasados y no volver a incurrir en los mismos. No sólo para reconocer los atropellos cometidos (en el caso de ETA con las víctimas en particular y con toda la ciudadanía en general) y reclamar justicia. Preservar la memoria es también necesario para saber por qué nos dotamos de aquella Constitución del 78, recién superada la dictadura, por qué el Rey Juan Carlos la invocó en la intentona golpista del 81 para defender a todos ciudadanos. Aquella Carta Magna que dotó a las comunidades autónomas de los estatutos que ahora disfrutan.
Ahora que se va extendiendo la idea de trastocar todos estos marcos de convivencia, vale la pena dar a los consensos la importancia debida. Ahora que no sabemos hacia dónde quieren llevarnos las opciones revisionistas y populistas, conviene, al menos, saber de dónde venimos. No vaya a ser que en la próxima legislatura estemos lamentándonos de lo que, probablemente, acabamos de perder.