MANUEL MONTERO-EL CORREO

  • La izquierda abertzale creerá que repetir el discurso sobre el daño causado es un donativo magnánimo. Imagínense si además condenara el terrorismo

Asegura Arnaldo Otegi que «nosotros no somos como ellos». Distingue entre la izquierda abertzale y sus antagonistas y, quizás, el resto del mundo, extremo que no queda claro. Lo repite una y otra vez desde 2016.

Por una vez tiene razón. Efectivamente, el mundo al que representa es radicalmente distinto al incompatible con ETA -eso fija la diferencia esencial entre nosotros y ellos-. No hacía falta que lo aclarase. Su «nosotros» no comparte valores democráticos como el repudio del terrorismo, que en los ‘ongi etorris’ sigue a quienes lo practicaron.

No se queda esta vez en establecer esa escisión dicotómica de la sociedad vasca en dos trincheras. Busca enaltecer a su clan, que queda adornado por calificativos salerosos y positivos. Por lo que dice, ha(n) tomado una decisión «valiente y honesta», aunque no (le(s)) ha sido fácil. Se refiere a hace un par de meses, cuando dice que pidió «disculpas por el dolor causado», presentándolo como una ruptura histórica, el paso del Rubicón. «Lo hemos hecho porque nosotros no somos como ellos». Se ven como buena gente. Al parecer, quieren lo mejor para los vascos. «Por vez primera la izquierda abertzale reconoce explícitamente el dolor de las víctimas» es el diagnóstico de las grandes ocasiones.

Aparte de que solo repitió lo que ETA había dicho en 2018, es muy raro. En abril de 2016 Otegi proclamaba: «La izquierda abertzale ha pedido perdón por el daño causado». Dijo que lo había hecho «porque nosotros no somos como ellos».

Los mismos perros con los mismos collares. Exactamente los mismos: el prestidigitador saca periódicamente el mismo conejo de la misma chistera. Cuela porque la memoria política va con fecha de caducidad o porque fascinan los zombis.

Se conoce que el dirigente se aprende una cantinela y no la suelta, pues ha ido repitiendo la retahíla. También hace cinco años, en el Kursaal, aseguraba que como «nosotros no somos como ellos» eran autocríticos y reconocían su responsabilidad. Le debió de gustar, pues lo dijo más veces. Por entonces establecía otra virtud del latiguillo: gracias a que «no somos como ellos» no les habían ganado.

La diferenciación ‘nosotros / ellos’ no solo expresa la bondad propia, origen de iniciativas generosas. Pierde su apariencia moral y se convierte en un instrumento de lucha, fundamental para ganar. Sigue la línea de lo que aseguraba la izquierda abertzale en 2010 -‘Zutik Euskal Herria’-. Gracias a que «nosotros no somos como ellos» hacían frente «a la represión salvaje» (?) «y al intento de asimilar a nuestro pueblo» (sic). Ni son como ellos, ni quieren: «No lo hemos sido jamás ni lo seremos nunca». No se trata solo de su perfil caritativo, sino de un empeño en plan aldea gala de Astérix. No quieren ser iguales.

En el discurso actual lo importante es esa contraposición entre el bien y el mal. La comparanza queda a veces algo ridícula, como cuando reclamaba la liberación de Zaplana (2019), que tendría que salir de la cárcel por su enfermedad. Lo pedía «porque nosotros no somos como ellos», pero se hace que no le preocupaba la salud del político, sino apoyar sus reivindicaciones. Retórica ‘aprovechategui’ con argumentos a contrapié.

Por contraste, se deduce que ‘ellos’ son cobardes y deshonestos. La apelación dicotómica quiere exigir que la otra parte realice una autoflagelación pública. El dirigente -y el «nosotros» llamado izquierda abertzale- cree que en el País Vasco hubo una guerra con dos bandos, por lo que «ellos» han de confesar sus culpas. Pero lo que hubo fue una agresión terrorista a la democracia, no existen esos dos planos morales. «Lo hemos hecho porque nosotros no somos como ellos» reafirma sus concepciones sectarias de la guerra de origen secular que vierte la inocencia sobre el terrorista.

Se ven como un dechado de bondad y de generosidad, pues «nosotros damos mucho y ellos no dan nada». ¿Están en el camino de la santidad? Creerán que repetir cada cinco años el discurso sobre el daño causado es una especie de donativo magnánimo. Dicen que así han construido «un país un poco mejor» -cada cinco años suben un escalón, podría decirse, aunque sea el mismo- y que «el país está contento». Imagínense si, además, condenasen el terrorismo: la felicidad completa.

«Nosotros no somos como ellos», ni quieren serlo. Esto plantea una interesante incógnita, ahora que Bildu se ha convertido en sostén del Gobierno vía Presupuestos, se proclama que ETA es cosa del pasado y comienzan a hablar de pactos de izquierda en el País Vasco. Proyectan la imagen de partidos que aún son constitucionalistas en pos de la izquierda abertzale, a lo mejor con un lehendakari que asegura que no es como ellos. Quizás los blanqueadores puedan ser admitidos en ese «nosotros» inquietante y dejar de ser el enemigo. Ya saben el camino si quieren llegar a ser de los buenos.