La energía nuclear es una energía segura y una energía limpia, apenas emite CO2 durante todo el ciclo vital de la planta: sólo 3 toneladas por gigavatio-hora, menos que las 4 de la eólica o las 5 de la solar
La Unión Europea se ha sumergido de cabeza en una transición energética histórica: descarbonizarse por la vía de renunciar a los combustibles fósiles. El problema es que nuestros estándares de vida dependen críticamente de la disponibilidad de fuentes de energía barata, de modo que abnegar de ellas de manera precipitada puede condenarnos a un empobrecimiento que la mayoría de ciudadanos ni siquiera puede imaginar. Un reciente estudio de Nature, por ejemplo, cuantificaba en más de 10.000 dólares por persona y año el coste de alcanzar emisiones netas cero en 2050 dentro de EEUU. En gran medida, pues, nuestros gobernantes nos han metido de cabeza en una política energética como poco controvertida sin el muy necesario debate público sobre ella. Y si el debate público sobre los términos de la descarbonización de nuestras economías ha sido escaso, el debate sobre el papel que tal vez podría desempeñar la energía nuclear en todo ello ha sido inexistente. Durante décadas, en países como Alemania y también como España ha imperado el dogma de que las nucleares debían desaparecer urgentemente de nuestro mix energético: que eran una energía dañina para el planeta, peligrosa, obsoleta y a extinguir. Por desgracia, este discurso, carente en gran medida de sentido, sigue copando la mentalidad de buena parte de nuestra casta política. No en vano, la Comisión Europea anunció este sábado que consideraría a la energía nuclear como una energía verde y fundamental para completar el objetivo de descarbonización de nuestras economías. Inmediatamente, los dirigentes de la extrema izquierda nacional levantaron la voz para criticar a la Comisión. Por ejemplo, la lideresa de Unidas Podemos y vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, escribió en Twitter: «Europa todavía tiene la oportunidad de reconsiderar esta decisión para evitar alejarse de la evidencia científica y la demanda social. Tenemos la responsabilidad política de perseguir un Green Deal transformador y ambicioso para la ciudadanía europea». Asimismo, el líder de Más País y supuesto representante del nuevo ecologismo ibérico, Íñigo Errejón, también cargó contra la propuesta ironizando del siguiente modo en esa red social: «De los creadores del agua que seca y el fuego que enfría: la energía nuclear verde». Lo cierto es que estos dos egregios representantes de nuestra extrema izquierda se están dando cabezazos contra la realidad. La energía nuclear es una energía segura y una energía limpia. En cuanto a lo primero, las muertes vinculadas a la energía nuclear (incluyendo los desastres de Chernobyl y Fukushima) ascienden 0,07 por teravatio-hora, no muy alejadas de las 0,04 de la eólica y a una enorme distancia de las 2,8 del gas natural o las 24,6 del carbón. En cuanto a lo segundo, la energía nuclear apenas emite CO2 durante todo el ciclo vital de la planta: sólo 3 toneladas por gigavatio-hora, menos que las 4 toneladas de la eólica o las 5 de la solar y, desde luego, muchas menos que las 490 del gas natural o las 820 del carbón. A la luz de estos datos, simplificaciones extremas como las de Errejón o Díaz no deberían pasar la prueba del algodón de la mínima honestidad intelectual en el espacio público: existen argumentos que podrían dirigirse contra la energía nuclear (por ejemplo, su relativo alto coste económico si el gas volviera a los niveles previos a 2021) con mayor fundamento que tales chascarrillos anclados en el ecologismo antediluviano y que sí deberían formar parte de un debate público mucho más serio sobre este asunto. Por desgracia, estos políticos son los que ahora mismo están comprometiendo la transición energética de España para las próximas décadas.