El presidente del PP ha hecho uno de sus diagnósticos más exactos en los últimos meses. Feijóo ha acertado a distinguir entre los cómplices de Pedro Sánchez y sus socios. Llamar a las cosas por los nombres que sí son, diría la gran Pilar Ruiz Albisu. ¿Y en qué se diferencian, si puede saberse? Tanto los socios como los cómplices son personas asociadas al sujeto principal por un fin común. La diferencia es que ese fin común suele ser lícito en el caso de los socios e ilícito en el de los cómplices. Lo mismo cabe distinguir entre los conceptos de sociedad y banda: Ábalos, Cerdán y Koldo formaban con Pedro Sánchez la banda del Peugeot y ya van los tres camino de su procesamiento a la espera de que se les incorpore el jefe, que lo hará más temprano que tarde.  Koldo era el artista principal de la operación Delorme, que ofreció aviones de Air Europa  a Ángel Víctor Torres cuando era presidente del Gobierno de Canarias para repatriar inmigrantes.                                                                                                                                                                                                 Lo de Pedro Sánchez está tocando a rebato; hasta irredentos sanchistas de primera hora como Antonio García Ferreras han calificado la respuesta de Pedro Sánchez al apabullante dossier de la UCO como «absolutamente raquítica, pobre y muy deficiente» y remataba con una comparación pertinente: «Rajoy se fue con un tesorero manchado, Bárcenas. Sánchez tiene dos secretarios de Organización, dos, las personas más importantes del partido que se han estado repartiendo la pasta de comisiones de obras y de manera pornográfica”. Para el sanchismo la elección es sencilla. De trata de nuestros corruptos o sus candidatos. No hay color.

Luego está lo de la moción de censura y el dictatum sobre el tema. Vamos por partes. Soy partidario de las mociones de censura contra un Gobierno indigno como éste, pero hay que saber qué se busca. Yo aplaudí en 1980 la moción de Felipe contra Suárez. A él tampoco le daban los números, pero sí los argumentos que defendió con mucha solvencia frente a los barones ucedeos. La diferencia es que la política era más decente entonces, mientras ahora, la banda de Sánchez, sus cómplices son una patulea envilecida que apoyarán al Número Uno por dos razones: la primera por pura razón de permanencia. La segunda, porque en sus negociaciones con el emisario del presidente (el último para el prófugo fue Santos Cerdán) debilitan más la soberanía nacional que es un objetivo primordial para todos ellos, sean golpistas de Junts y ERC, filoterroristas de Bildu o separatistas incruentos como el PNV.

Sánchez es un muñeco caído, tal como demostró en su patética comparecencia del jueves, en la que se hizo maquillar para subrayar su autoproclamada condición de víctima con sus rasgos demacrados. No era maquillaje, sino tanatopraxia. La próxima vez tendrá que ponerse una careta para conseguir un efecto parecido, pero cuánto más retrase su llamada a las urnas tanto mayor será su caída.  Y más ruidosa, como le auguraba Eli Wallach a Mario Brega en ‘El Bueno, el Feo y el Malo’.