Es inconcebible que la revisión del sistema educativo, uno de los pilares de la sociedad vasca, se haya gestionado como si se tratara de un mero proyecto departamental y que se intentara imponer antes incluso de su aprobación. Sólo la singularidad de un Gobierno como éste admite anormalidades como la de que un socio haga de oposición a otro.
El rechazo explícito del PNV al proyecto de reforma lingüística diseñado por la Consejería de Educación, en manos de EA, frena el proceso desbocado de tramitación de una iniciativa crucial para el sistema educativo vasco, concede tiempo para realizar una reflexión sosegada y abierta y, sobre todo, devuelve la prioridad al lugar de donde nunca debió salir: la búsqueda de un acuerdo políticamente plural, sustentado en un amplio respaldo social y que aúne los criterios pedagógicos con las distintas sensibilidades que confluyen en nuestra comunidad. Los mismos requisitos que han hecho posible que la norma actual lleve un cuarto de siglo implantada en los centros escolares vascos y los que deberían alentar su necesaria actualización.
Pero este toque de sensatez por parte del PNV, asentado, sin duda, en el creciente rechazo de la propuesta y la proximidad electoral, no puede ocultar las disfunciones de un Ejecutivo dividido en compartimentos estancos -según la militancia de sus consejeros- e incapaz de afrontar unitariamente asuntos trascendentales para el país. Es inconcebible que la revisión del sistema educativo, uno de los pilares de la sociedad vasca y, consecuentemente, una de las principales responsabilidades de la Administración, se haya gestionado como si se tratara de un mero proyecto departamental y que se intentara imponer antes incluso de su aprobación. No puede entenderse que una reforma de tan amplio calado, que convierte al euskera en lengua principal, que fija topes estrictos de capacitación e incluso recoge medidas de rigor para los centros, haya sido presentada a las fuerzas políticas, a la comunidad educativa y, en definitiva, a la sociedad sin el visto bueno de las tres formaciones que integran el Ejecutivo. Sólo la singularidad del Gobierno que lidera Ibarretxe admite anormalidades como la de que un socio, el PNV, haga de oposición a otro, EA, en la que es su iniciativa estrella.
Cuando se inició el actual proceso reformador, obedeciendo a un mandato del Parlamento vasco, se tomó como base el planteamiento del Consejo Escolar que recomendaba superar la fórmula de los tres modelos lingüísticos y avanzar hacia uno solo, pero flexible, que concediese autonomía a los centros para permitir su adecuación a las realidades sociolingüísticas de sus destinatarios. Un interesante punto de partida que se ha ido cerrando según el anteproyecto iba cobrando forma, hasta encontrar el rotundo rechazo del PSE-EE y del PP y de una parte significativa de la comunidad educativa y de los padres. El paréntesis que ahora se abre da una nueva oportunidad a una reforma que, si de algo debe huir, es de la precipitación y del sectarismo, porque de su éxito depende no sólo la competencia lingüística de los escolares vascos, sino la consistencia de nuestra sociedad.
Editorial en EL CORREO, 26/9/2008