Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Los dos sindicatos mayoritarios, CC OO y UGT, han acordado y publicado las peticiones que llevarán a la Mesa del acuerdo Interconfederal de la negociación colectiva, donde las deberán discutir con la patronal. La propuesta se compone de dos partes. Una la forman las subidas salariales que se plantean, que serán del 5,4%, 5% y 3,75% para el trienio 2022-2024. La segunda, de nombre «recuperación salarial» consiste en una contribución mínima procedente del Impuesto sobre Sociedades de entre el 15% y el 20% sobre el total de beneficios, que entraría en vigor en ausencia de acuerdo con la patronal, lo cual suena a amenaza o, al menos, a presión externa sobre la CEOE.
En cuanto a las subidas no hay nada extraño si recordamos las cifras alcanzadas por la inflación y de nada sirve insistir en los peligros de una retroalimentación de los precios. En cuanto a lo segundo supone una novedad que constituye una nueva carga impositiva a sumar a las ya existentes. Propuesta ¿o impuesta? por los sindicatos, en lugar de por el Ministerio de Hacienda que, al menos hasta ahora, se ocupaba de estos asuntos de impuestos.
Le veo varios problemas. En primer lugar, me parece bien que los trabajadores disfruten de la buena marcha de la empresa y participen en sus beneficios. Pero, ¿es un movimiento simétrico, participarán también de las pérdidas cuando estas se produzcan? No se sabe, pero no se propone. En segundo lugar, sorprende favorablemente por lo que supone de mayor vinculación con la empresa. Pero hace falta algo más que la exigencia de información sobre ventas y márgenes para que las empresas abran sus libros de buen grado y con espíritu colaborativo. Hace falta que el compromiso sea sincero y global, como lo es en algunos países europeos en los que los sindicatos participan en los órganos de gobierno. No podemos olvidar que tenemos entre nosotros a algún sindicato que hace de la confrontación su lema y su norte, y que se vanagloria de los conflictos provocados y que juzgan su éxito por su número, su intensidad y la duración de los mismos. Cuanto más y mayores, mejor desempeño. No es ninguno de los dos que suscriben la propuesta, pero dada su relevancia es una actitud que despierta temores y levanta suspicacias. Tantas que invalidan cualquier intento de avanzar por esa vía.
Por otra parte no hay en la propuesta la mínima referencia a cosas como el aumento de la productividad o la reducción del absentismo. La referencia al IPC es lógica para quien lo percibe, pero la ligazón con la evolución de lo que se ofrece a cambio es obligada para la supervivencia de la empresa. El salario se obtiene contra una prestación y si pretendemos mejorar aquel debemos aceptar la mejora de esta.