En la neolingua, la importancia de los ‘agentes’ no depende de su representatividad, sino de su alto grado de conciencia coincidente con la ‘batasunía’, mira qué casualidad. En el ‘nuevo escenario’ resultan más importantes dos o tres docenas de ‘agentes’ que el 30 por ciento de los votos, que no generan agentes ni nada.
La política vasca se asemeja a un teatro? Así deben de pensarlo quienes desde hace meses anuncian que llega «un nuevo escenario». Seguramente el comunicado de ETA es el pistoletazo de salida. Por lo que se puede colegir, los mentores del ‘nuevo escenario’ tienen tres convencimientos: a) Las iniciativas de ETA, bélicas o interbélicas, abren y cierran periodos históricos. b) A cualquier tregua de ETA ha de seguir una negociación política. c) Ha de producirse un realineamiento de fuerzas: en el ‘nuevo escenario’ 1998 fue el frente soberanista; en el de ahora, el polo soberanista formado en torno a Batasuna, disputando al PNV la hegemonía nacionalista.
Eso, en cuanto al contenido. Pero el ‘nuevo escenario’ tiene otras características, que sin ánimo de exhaustividad, podríamos resumir en las siguientes: la sustitución de la realidad por palabrería; el diseño batasuno; el papel central de la fe; el protagonismo de unos misteriosos agentes interpuestos.
Nos rodean nombres rimbombantes, de tronío, que no expresan realidades sino querencias. A la palabra se le concede un poder telúrico, como un tótem a adorar, al que no se puede negar. ¿Se dice ‘proceso de paz’? A quien muestre algún escepticismo se le dirá contrario a la paz. Batasuna inventa ‘proceso democrático’ y el nombre ‘democracia’ lo envolverá todo, justificando tropelías y negando la democracia. Paz, democracia, diálogo, negociación: las palabras hermosas esconden conceptos siniestros. Encubren chantaje, tutela terrorista, imposición política�.
El palabro ‘nuevo escenario’ pertenece a esa neolingua que anuncia una especie de paraíso. Tiene una utilidad inmediata. Cuando se imponga, permitirá despotricar contra aquellos que no vean novedad sino ‘déjà vu’. Servirá para desautorizar a ‘los inmovilistas’ que se niegan a la normalización, pacificación y democratización de Euskal Herria, ya que siguen anclados en ‘las viejas recetas del pasado’ (otro clásico).
El vocablo ha sustituido a los hechos y se convierte en más importante que éstos. No es palabrería neutral, sino de diseño. Son expresiones de la izquierda abertzale, a las que se atribuyen poderes sobrenaturales, metahumanos, pues expresan deseos, pero acaban confundiéndose con la realidad o la sustituyen. Un ejemplo: se ha acuñado el término ‘el fin de ETA’ y se emplea sin pruebas de que llega. Su uso exhaustivo lleva al convencimiento de que ya está aquí. Quien dude -ver para creer-, quedará descalificado por estar contra el fin de ETA. Como si este final consistiese solo en la fe y el terror hubiese sido mera consecuencia de nuestro imaginario, culpa nuestra. El ‘nuevo escenario’ se basa en la fe: creer sin pruebas, creer en lo que no se ve.
Otrosí: sin datos consistentes se asegura que la izquierda abertzale se ha puesto seria con ETA y le ha arrancado esta tregua tan poco lucida. Se dice ahora que ETA ha defraudado tales peticiones. ¿Su comunicado ha desilusionado a la izquierda abertzale? Todos vienen a afirmarlo. Todos� menos la izquierda abertzale. Sus representantes dicen que la declaración de ETA «abre de forma clara e inequívoca la oportunidad de avanzar de forma irreversible hacia un marco de paz y soluciones democráticas», que es una decisión «valiente», con «alcance histórico y determinante», entre más flores.
¿Suenan disgustados, defraudados? Pues se diría que no, que están más bien encantados. Y, aun así, se difunde la idea de su insatisfacción con ETA. ¿Son unos niños incapaces de decir sus gustos, una infancia a tutelar?
Es el grado máximo de la fe, no creer en lo que se ve. Se ve a HB contenta y se la cree disgustada. Todo sea por mantener un argumento, más importante que la realidad.
En el diseño batasuno del ‘nuevo escenario’ los factótum serán los ‘agentes’, otra expresión del argot local. Acuerdos como la Declaración de Gernika y demás avisos del ‘nuevo escenario’ los hacían distintos ‘agentes’ políticos y sociales (a veces culturales). La expresión se usa machaconamente. Pese a su brevedad, el comunicado de ETA cita dos veces a gente tan misteriosa y decisiva. Dice que «multitud de agentes políticos y sociales vascos» se han dado cuenta de que el secular conflicto político vasco necesita una solución justa y democrática. ¿Quién ha de alcanzar acuerdos para consensuar la autodeterminación? Pues los ‘agentes políticos y sociales vascos’. Albricias: son testigos y jueces. Ellos han visto el problema y nos lo solucionarán. ¿Quiénes son los ‘agentes’, que surgen doquiera se publica un comunicado o noticia soberanista? El término vale para sindicalistas, profesores, curas, futbolistas, ‘personajes de la cultura’, periodistas, vecinos, lo que sea� siempre que sean de la cuerda o firmen con la izquierda abertzale.
La neolingua emplea el término ‘agentes’ para dar la impresión de que es gente responsable, independiente, que (preocupada) asume los problemas vascos, de forma que su coincidencia representa a la sociedad vasca. No son los grupos con votos y representación detrás, sino personas y colectivos que gustan hacer montón y que hasta se autodenominan ‘agentes’. Su importancia no depende de que sean representativos, sino de su alto grado de conciencia coincidente con la ‘batasunía’, mira qué casualidad. En el nuevo escenario’ resultan más importantes dos o tres docenas de ‘agentes’ que el 20 o el 30 por ciento de los votos, que no generan agentes ni nada.
De las acepciones que el Diccionario da a la palabra ‘agente’ sólo dos pueden servir al caso: «Persona o cosa que produce un efecto» y «persona que obra en poder de otra», que viene como anillo al dedo.
Manuel Montero, EL DIARIO VASCO, 19/1/2011