Editorial-El Correo
- Aitor Esteban estrena el liderazgo jeltzale con una apuesta por la unidad interna para recuperar la ilusión y el espacio perdido
El PNV eligió ayer a Aitor Esteban como presidente del EBB y dio luz verde a las ponencias que trazarán su estrategia política, socioeconómica y orgánica para los próximos años. Los jeltzales se envuelven en la bandera del nacionalismo pactista con un discurso que, sin renunciar al derecho a decidir, es consciente de la complejidad del escenario español y europeo para conjugar el ideario soberanista con el principio de realidad. Los nacionalistas vascos no renuncian a determinados postulados ideológicos, porque compiten con EH Bildu, que se acerca peligrosamente para dar el ‘sorpasso’. No pueden obviar que el edificio del autogobierno vasco -cuya culminación reclaman al exigir que se complete el Estatuto- se sustenta en la legalidad constitucional a través de la fórmula de los derechos históricos.
El PNV se presenta como garantía de estabilidad en un contexto español marcado por la polarización y en Europa por una incertidumbre geopolítica que ha sacudido todo el tablero. Su apuesta pasa por implicarse en el debate de la seguridad europea desde un europeísmo militante, un acicate frente a los populismos «de derechas y de izquierdas», con una apuesta por la democracia liberal frente al riesgo de autoritarismo que se vive tras la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. En ese caldo de cultivo necesita regenerar su proyecto y recuperar nervio social para no quedarse como un partido de cuadros solo preocupado por mantenerse en el poder.
El revulsivo de esta asamblea general puede servir para cerrar las heridas que ha dejado atrás el relevo de Ortuzar y proyectar una necesaria imagen de unidad. La escasa movilización de las bases en el debate -apenas ha participado un 15% de su afiliación- es una señal inquietante que no debería minusvalorar. El PNV deberá modernizar su funcionamiento interno y adecuarlo a una sociedad vasca más diversa y plural para conectar con las nuevas generaciones.
En ese contexto, su compromiso por impulsar un nuevo pacto estatutario para ensanchar sus apoyos de forma transversal, intentando implicar a Bildu, no será fácil y no puede pasar por reactivar aventuras irresponsables como el plan Ibarretxe o Lizarra que dividan a la sociedad. El fiasco del ‘procés’ catalán ha dejado enseñanzas. Esteban, con experiencia y prestigio en Madrid, debe trazar nuevas confianzas en Euskadi. Su mensaje de que «antes que nacionalistas somos demócratas y humanistas» supone una primera y sensata declaración de intenciones.