IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Tras su triunfo arrollador, Jon Uriarte se enfrenta al reto de cuadrar un círculo infernal

Jon Uriarte ha obtenido un triunfo incontestable en las elecciones a la presidencia del Athletic. Ofrece un tiempo nuevo, con nuevas formas. Veremos si esto es suficiente para atajar los viejos problemas. Tendrá que cuadrar un círculo infernal.

Por un lado, el caladero de jugadores accesibles se agota, por muchas razones. La demografía es terrible y las capas jóvenes de la sociedad que deberían alimentar la cantera, simplemente, adelgazan hasta la anorexia. Por si fuera poco, la subida del nivel de vida hace que los jóvenes talentosos que despuntan dispongan de alternativas académicas que aportan mayor seguridad en el futuro. El círculo se cierra con el incremento de la agresividad de los ‘pescadores’ vecinos, a los que antes dominábamos y ahora nos disputan una hegemonía que no aceptan… y con razón. Por último, los competidores se refuerzan cada día más al ser evidente que, mientras nosotros mantenemos una filosofía tan encantadora y romántica como suicida, el fútbol se adentra en el mudo del show business -que utiliza a este deporte solo como excusa- y accede a fuentes de generación de recursos que para nosotros están poco menos que vedadas.

Confundimos un simple deporte con una religión y no resulta fácil de entender que tan sagrada religión se base en algo tan fortuito e intrascendente como es el lugar de nacimiento, ni que estemos dispuestos a ofrecer en su altar cosas tan serias como el Estatuto de los Trabajadores, la libre circulación europea y unas buenas decenas de leyes y reglamentos laborales. Y con tanta fe como para diferenciarse absolutamente de los aficionados que, veinte calles al suroeste, se rompen las manos a aplaudir al Bilbao Basket, un grupo humano de los que casi ninguno, o ninguno, podría jugar en el Athletic. ¿Tanto cambia la sociología entre Basurto y Miribilla? ¿Se ha parado alguien a pensar que si el coche que traía a la madre de Iñaki Williams a dar a luz a Bilbao hubiese pinchado, digamos que en Logroño, no podría jugar en el Athletic? Una fe que se expande por doquier. ¿Cómo se puede ser presidente o simple socio de una peña de esas de las muchas que existen por el mundo cuando tu hijo no puede jugar en el equipo de tus amores, cuya bandera defiendes en tu pueblo con el mismo empeño que Agustina de Aragón hacía en Zaragoza frente a los franceses?

Pero todo esto son disquisiciones intrascendentes. La filosofía no ha estado presente en estas elecciones y todos los candidatos se apresuraron a manifestar su sometimiento a los sagrados principios, abjurando desde el primer momento de la cantera global. Por eso solo cabe felicitar al nuevo presidente y desearle los mayores éxitos… que serán los nuestros.