IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

La situación del empleo es, cuando menos, curiosa. La economía crece muy poco -el 0,3% en el primer trimestre- y se encuentra sumida en una incertidumbre pavorosa por culpa de la guerra, de la inflación y por la reaparición en el horizonte de una política monetaria ‘normalizada’ que dará carpetazo a las alegrías del pasado. Sin embargo, bajamos de los tres millones de parados y subimos de los veinte millones de cotizantes. Es verdad que si a los parados ‘estadísticamente visibles’ les sumamos los que están en formación y los que tienen limitaciones especiales que no se registran, más los fijos discontinuos que han cambiado su nombre ya que antes eran temporales, la cifra real empaña las celebraciones oficiales. También es sorprendente que los empresarios de toda condición, desde los más sencillos de la restauración hasta los mas sofisticados del tratamiento de datos, se quejen de las dificultades que tienen para cubrir las plazas que necesitan. Para completar el panorama, el ministro Escrivá va a a flexibilizar las condiciones del acceso al trabajo de los inmigrantes, ya que muchos de los tres millones de parados no están dispuestos a hacer según qué cosas para obtener el empleo que demandan. Pero, bueno, aun con todo ello es, muy probablemente, la variable económica que mejor evoluciona en nuestros días.

Ahora, el Gobierno vasco va a elaborar un Plan de Empleo, a lo largo de los próximos meses, que contiene buenas ideas, algunas originales y otras sorprendentes. Entre las buenas, podemos destacar la remodelación de Lanbide, algo que es necesario, pues no es sencillo encontrar a personas satisfechas con su funcionamiento. Empezando por algunos de sus antiguos dirigentes. Entre las originales está el reconocimiento de ese nuevo derecho subjetivo a participar en las políticas activas para encontrar un trabajo digno. Al igual que comentábamos ayer en el caso de la Unión Europea, es una lástima que, más allá de las bellas palabras, tampoco aquí se defina con precisión cómo debe de ser esa dignidad del trabajo; ni se hable por ningún lado de los deberes inherentes a ese derecho. Ya sabe que palabras como compromiso, responsabilidad y esfuerzo para aprovechar al máximo la formación ofrecida, son conceptos obsoletos, propios de mentes retrógradas. Si no lo cree, mire los resultados de los exámenes de Selectividad. Cada día son mejores a nivel personal (las notas las ponemos nosotros) y peores a nivel colectivo (las notas las ponen otros).

Y entre las sorprendentes me quedo con la necesidad de acudir a una firma externa para remodelar el servicio de Lanbide. ¿No hay entre sus mil empleados nadie que sea capaz de concretar lo que hay que hacer para satisfacer la necesidad social de disponer de un trabajo digno?