EL MUNDO 18/11/13
CARLOS CUESTA
Tres actos. Una misma obra. Tres nombres. Una misma estrategia.
Tres palabras que nada deberían tener que ver. Pero que lo tienen todo en común. Porque su origen es el deseo de impedir que una derecha ideológicamente fuerte gobierne en España.
Noviembre de 2002. Un petrolero de Liberia con bandera de Bahamas se hunde frente a Galicia. Provoca una marea de chapapote. Y la izquierda organiza el mayor movimiento ecologista con fines electorales visto hasta ese momento. Su objetivo: acabar con las expectativas de poder de un PP comandado entonces por Aznar.
Diciembre de 2003. CiU gana las elecciones catalanas, pero el Partido Socialista cierra un acuerdo con ERC e ICV que instaura el tripartito bajo un doble lema. Uno, extender la alfombra roja al nacionalismo bajo el principio de «Cataluña, una nación socialmente avanzada». Dos, cerrar una alianza inquebrantable entre socialistas y nacionalistas para impedir la gobernabilidad del Partido Popular a escala autonómica y nacional.
Octubre de 2013. Estrasburgo desautoriza la doctrina Parot y empieza la excarcelación de etarras. La Corte Europea materializa uno de los objetivos clave de la negociación entre Zapatero y los etarras: la salida de las cárceles de los peores asesinos. La influencia decisiva en el fallo de López Guerra (ex secretario de Estado de Zapatero) sienta las bases de la excarcelación. La inacción del Gobierno del PP cierra el espectáculo dantesco que hoy observamos. ¿Y cuál es el resultado de este tercer acto? Confirmar el compromiso socialista con el nacionalismo y, de nuevo, debilitar, ya no sólo las expectativas de poder del PP, sino también su propia cohesión interna. Factor, este último, que los dirigentes populares parecen no digerir con claridad.
Porque la hoja de ruta trazada entre Rodríguez Zapatero y los etarras dejó el plato más amargo para el PP. Los socialistas, de la mano del Constitucional, colaron a los proetarras en las instituciones. Pero ese trago no es tan difícil de justificar ante unas bases que últimamente todo lo admiten bajo el «derecho a decidir»: si los vascos lo quieren, admitamos a Bildu.
Pero ése no es el caso del PP. Donde buena parte de sus votantes no tragan con el plato dejado a los populares: el de asistir a la excarcelación de etarras. Imágenes que quedarán marcadas en la historia y contribuirán a la desunión y debilitamiento del PP.
Ésa es la trampa. Diseñada hasta el final para hundir las expectativas de gobierno de la derecha. Y que puede cumplirse si no se rompe la maldita hoja de ruta.