- Mi desconcierto frente al sobreactuado tercer grado a Pedro Sánchez ha crecido segundo a segundo mientras intentaba averiguar cuál ha sido la estrategia del PP en esta comisión de investigación.
Confirmado. El PP sigue sin saber cómo confrontar con éxito a Pedro Sánchez en los cara a cara.
No descarto que el empeño sea imposible. He escrito ya mil veces que es imposible vencer por la mano a un amoral porque su principal arma es tu propia moralidad. Vencer a un amoral requiere, como mínimo, inmoralidad. Y, en muchos casos, una amoralidad equivalente a la suya.
Y no todos están dispuestos a cruzar esa raya.
El PP, claramente, no quiere cruzarla y aspira a jugar en el terreno de lo razonable.
Y quizá haga bien, aunque lo cierto es que no lo sé. Podría ser. Es un debate entre Maquiavelo y Kant.
En cualquier caso. Políticamente, la receta para confrontar a Sánchez es obvia y se llama Isabel Díaz Ayuso. La única persona sobre la faz de la Tierra que le tiene comida la moral al presidente del Gobierno por razones que tienen más que ver con la psicología que con la política.
Pero en vivo y en directo, Pedro Sánchez continúa siendo para el PP de Génova una fortaleza inexpugnable.
Sólo una vez pareció flaquear Sánchez. Fue en el debate cara a cara contra Alberto Núñez Feijóo del 10 de julio de 2023, dos semanas antes de las elecciones generales del 23 de ese mismo mes.
Tan bien le fue a Feijóo en ese cara a cara, de hecho, que sus asesores le recomendaron esconderse durante la segunda semana de campaña y perder así toda la ventaja conseguida durante ese debate.
El desenlace es conocido. El PP descarriló aproximadamente una veintena de escaños en sólo siete días y le permitió a Sánchez salvar el match ball electoral.
Porque hasta cuando pierde, Sánchez es capaz de dinamitar la moral del PP y obligarlos a actuar como el eterno aspirante al título que nunca logra sobreponerse a su propio miedo a la victoria. Algo que, por otra parte, no resulta tan extraño cuando ni siquiera tú confías en tus propias ideas. ¡Si el PP pudiera plagiar el programa del PSOE, todo sería más fácil para ellos! ¡Quién tuviera a los votantes del PSOE!
Así que mi desconcierto hoy frente al sobreactuado tercer grado a Pedro Sánchez de Alejo Miranda de Larra crecía segundo a segundo mientras intentaba averiguar cuál era la estrategia del PP en esa comisión de investigación.
¿Poner nervioso al presidente y que soltara un improperio?
¿Fijar un relato cuyo contenido es de Perogrullo?
¿Un corte de cinco segundos con posibilidades de viralizarse en las redes sociales?
¿Intentar que un tsunami de verborrea le hiciera dar un paso en falso a Sánchez y revelar sin querer que Begoña ha trincado dinero del narcotráfico venezolano a manos llenas?
¿Averiguar algo?
Lo decía Marta Espartero en X. «El tono caricaturesco de Alejo Miranda, que performa ser Randall de La Banda del Patio, que baja al barro, que busca poner nervioso y fijar un marco, lo único que hace es dar bochorno. No deja ni responder, y lo único que brilla es el descrédito institucional. Tremendo».
Y, luego, añadía: «Si es insoportable y genera un rechazo bestial para los cafeterísimos (como yo), qué no hará en la gente de a pie. Me daría muchísimo lache ser votante del PP y ver a este tipo (o a Rocío Dívar, o a Ana Beltrán, ahí detrás) creer que están en su minuto de gloria».
Aunque el día a día en un tribunal real suele distar mucho de los interrogatorios dramatizados de las películas americanas, hasta en ellos puede intuirse un modus operandi más refinado que el del tercer grado de hoy a Sánchez en el Senado. Un modus operandi que juega con los tiempos y que deja hablar al acusado cuando puede meter la pata y le ametralla cuando intenta escabullirse.
Hasta los perros pastores saben agazaparse o enseñar los dientes en función del comportamiento de la oveja. Digo yo que no será tan difícil. Un perro pastor es listo. Pero menos que un diputado español.
Como dice Arturo Criado en su vídeo para EL ESPAÑOL, salir al campo dispuesto a triturar los tobillos del rival suele desembocar en una tarjeta roja en el primer minuto de juego.
Tampoco me ha quedado claro (dando por descontado que una comisión de investigación en el Senado no sirve para absolutamente nada útil) cuál era la dirección del interrogatorio del PP y adónde quería llegar con sus preguntas. A Sánchez se le ha preguntado hoy por los sobres de Ferraz, por su hermano, por Aldama, por Delcy, por su suegro y por Ábalos, Koldo y Cerdán.
Pero sin hilar las preguntas de forma que se transmitiera la idea de que el nexo común a todos esos casos es, precisamente, Pedro Sánchez.
Más bien se ha transmitido la idea de un bombardeo con bombas de racimo que han caído por todos lados menos en la cabeza del presidente.
Uno debería comprender el marco en el que juega. En un juicio, por encima del acusado mentiroso hay un juez, teóricamente imparcial, que tiene la potestad de disciplinar al reo con un castigo. En una comisión de investigación, y por más que la teoría diga que una mentira en ella es delito, no existe ninguna autoridad similar. El presidente de la comisión es, en el mejor de los casos, un moderador.
Pero poco más que eso.
Y frente a esa enorme, gigantesca, puerta de salida, un compareciente que no quiera contestar no contestará a nada, con lo que todo el interrogatorio quedará en el terreno del teatro. Del puro teatro.
Todo esto no sirve en ningún caso para exculpar a Sánchez. La torpeza del PP no convierte a Sánchez en un genio táctico. Sánchez domina la puesta en escena, sí, pero conviene no confundir su amoralidad con inteligencia o siquiera con listeza.
Las comisiones de investigación no serán, desde luego, los escenarios en los que veamos a Sánchez derrumbarse.
Pero como decía Cruyff, «yo no le pido a un portero que pare los goles imposibles de parar, sólo le pido que no se meta en propia puerta los que se pueden parar». A veces parece que el PP es ese portero.
Al presidente hay que reprocharle los «no me consta». Al PP, no haber dado todavía, siete años después, con el tono.