Ana I. Sánchez-ABC

  • Los socialistas solo están dispuestos a aceptar un Partido Popular de tontos

Pedro Sánchez dejó muy claro este miércoles que no tiene ningún interés en establecer un mínimo de entendimiento leal con el PP. El socialista siempre culpaba a Pablo Casado de que esta relación no existiera. Pero caído éste y sin haber desembarcado aún Alberto Núñez Feijóo en Génova, Moncloa se afana en difundir que «el nuevo PP» es igual de «indigno e indecente» que el anterior. Y yo que creía que quien se excedía con los insultos era Casado…

Todo vale para los socialistas, cualquier cortina de humo sirve cuando se trata de cubrir los errores de Pedro Sánchez. El socialista erró el miércoles de manera garrafal al echar a Vladímir Putin toda la culpa de la inflación, como si la decisión de no tocar los impuestos de los carburantes fuera ajena al Gobierno.

Como siempre, la primera opción del Ejecutivo para desviar la atención de un traspié propio es fingirse víctima de un PP escorado a la derecha. Así es muy fácil lograr adhesiones. Como ovejas de un rebaño suelen secundarle Podemos, ERC, Bildu… porque el ‘todos contra el PP’ siempre une.

Este miércoles la supuesta radicalidad de Cuca Gamarra consistió en acusar a Sánchez de utilizar la guerra como coartada para no tomar medidas extraordinarias contra la inflación. El BNG -nada sospechoso de simpatizar con la derecha- vino a acusar al Gobierno de lo mismo poco después. Bildu reprochó al presidente no estar haciendo suficiente para contener los precios. Pero ni el PSOE ni su órbita reprocharon nada a estos dos partidos. En cambio, en la crítica a los populares entró hasta Ciudadanos, diciendo que no le gustaba el planteamiento. Todos afilan sus cuchillos contra Núñez Feijóo.

Sánchez está tan encerrado en sí mismo que no se da cuenta -o quizás sí- de que pide un PP de tontos. Una oposición que le apoye ante las dificultades -sin previa negociación ni comunicación-, que le salve la cara cuando sus socios le dejen tirado en el Congreso, y, por supuesto, que no haga sangre de sus errores. Es decir, lo contrario de lo que él mismo practicaba cuando lideraba la oposición frente a Mariano Rajoy a grito de no es no.

El pacto de gobierno de ayer en Castilla y León se enmarca en las mismas coordenadas. Los socialistas pedían al PP que aplicara un cordón sanitario a Vox, que sacrificara todos sus acuerdos con este partido a nivel nacional y sus perspectivas de recuperar La Moncloa de la mano de Santiago Abascal. A cambio, solo ofrecían hablar de una abstención sin comprometerse a brindar ayuda a Alfonso Fernández Mañueco.

El problema es que Sánchez enfoca su relación con los populares desde la base de ganar siempre. Si tragan con las condiciones draconianas que les pone, son tontos. Si no lo hacen, les acusa de ser de ultraderecha. El escollo para que los dos grandes partidos se entiendan está alojado en el Palacio de la Moncloa.