- La tradición se crea, los Reyes Magos les sonaban demasiado españoles y había que sustituirlos por milenarias mitologías locales (inventadas anteayer)
Como es sabido, caminaba todavía el patriarca bíblico Abraham por este valle de lágrimas cuando ya existían los archi milenarios pueblos vasco y catalán, que ya por entonces tocaban la txalaparta y bailaban el aurresku de honor, levantaban torres humanas llamadas castells, desayunaban pa amb tomàquet y charlaban en perfecto batúa normativo y catalán.
Antes de que existiese incluso la Navidad, Cataluña y el País Vasco -que ya por entonces se llamaban Catalunya y Euskadi- contaban también con sus propios Papa Noeles identitarios: el Olentzero vasco-navarro, acompañado por su mujer Mari Domingi, y el Tió de Nadal catalán (una tradición tan elegante que el asunto va de que el personaje en forma de tronco defeca regalos y dulces).
Pero pesar de tan milenarias tradiciones, la malvada presión española provocó una amnesia total sobre esos personajes, que cayeron en el olvido. Resultó que los catalanes y los vascos hacían exactamente lo mismo que el resto de sus compatriotas. Celebraban la fiesta de los Reyes Magos, los maravillosos personajes de los Evangelios. Como en toda España, el 6 de enero se repartían también allí a los niños los regalos que habían llegado de Oriente en camello. La única alternativa a los Reyes era acaso, y de manera residual, el Papa Noel del mundo anglosajón y escandinavo.
Por fortuna el poder nacionalista, que nunca descansa, descubrió de manera súbita, a finales del siglo XX, que los Reyes Magos suponían una peligrosa perversión españolista. Así que se volvía urgente que los niños catalanes y vascos recibiesen sus regalos de unos Papa Noeles perfectamente identitarios y diferenciales. Dicho y hecho. Las televisiones autonómicas y la máquina de presión de los gobiernos regionales separatistas se puso a trabajar, y hoy no hay niño catalán y vasco que no se crea que el Tió y el Olentzero se pierden en la noche de los tiempos.
Un ejemplo sensacional de toda esta mixtificación es lo ocurrido en Galicia con O Apalpador. Allí no existía un Papa Noel nacionalista… hasta que en 2005 el BNG llegó al gobierno en coalición con el PSOE. Los nuevos gobernantes nacionalistas repararon entonces en un supuesto Papa Noel gallego ancestral, O Apalpador, tradición que al parecer venía de las montañas de Lugo. Rápidamente se inventó una iconografía, con un personaje que resultó un clon del Olentzero del separatismo vasco, y el Gobierno gallego comenzó a promocionar al personaje. En el último año de legislatura con los nacionalistas al mando, muchas familias gallegas pedían ya sus regalos a O Apalpador, que aparecía constantemente en la TVG y era objeto de intensas campañas culturales.
Pero en abril de 2009, el PP recuperó la Xunta y los nacionalistas del Bloque retornaron a la oposición. El famoso Apalpador declinó de inmediato sin la promoción oficial y hoy es una figura residual, de la que solo se acuerdan los nacionalistas muy cafeteros. Pero tengan por seguro que si el BNG hubiese continuado gobernando hoy sería un éxito asentado y los niños gallegos darían por sentado que existe desde siempre.
La tradición se inventa desde el poder por intereses políticos. Y el problema es que quienes deben contrarrestarlo dando la batalla cultural a favor de España se encogen de hombros, mientas desde el otro lado trabajan de sol a sol para fomentar la aversión a aquello que siempre ha existido y que nos une.