Pedro J. Ramírez-El Español

Cuidado con jugar a las profecías autocumplidas con material incendiario porque las trampas en el solitario las carga el diablo.

La decisión del Gobierno de iniciar una campaña para «concienciar y modificar las actitudes» de los jóvenes después de que el CIS haya detectado su propensión a justificar el autoritarismo y votar a Vox, me recuerda un cuentecito al que en algún texto ha recurrido Carmen Iglesias.

Trata de una tribu de indios precavidos que comenzaron a talar árboles para hacer acopio extraordinario de leña y terminaron induciendo al Servicio Metereológico a predecir, sin otra base científica, un invierno especialmente riguroso.

La moraleja es que la propensión del ser humano al autoengaño debe ser combatida con el esfuerzo por distinguir los síntomas superficiales de las causas profundas de las cosas. A esos efectos nada es tan peligroso como la pereza y nada tan útil como la neutralidad de la ciencia.

El problema se complica aquí y ahora cuando de sobra sabemos que los indios previsores son en realidad agentes encubiertos del Servicio Metereológico. Es decir, que el trabajo de campo y la cocina del CIS están manipulados para favorecer al Gobierno, avalando su relato y justificando sus pretensiones.

Los datos son ya empíricamente aplastantes: en 30 de las 40 elecciones celebradas desde que en 2018 Sánchez trasladó al dirigente socialista José Félix Tezanos de la ejecutiva del PSOE a la presidencia del CIS, o sea en el 75% de los casos, el resultado del PP ha sido mejor que los últimos pronósticos del instituto público.

Se trata de un sesgo estructural que hasta los propios miembros del Gobierno admiten cuando bromean sobre los meses en los que su compañero Tezanos, titular del ministerio de Sondeos, se pasa de frenada.

Aunque la credibilidad del CIS está por los suelos -y así lo corroboraría cualquier estudio a menos que lo realizara el propio CIS- los medios públicos y gran parte de los concertados con el Gobierno reproducen sus pronósticos adulterados como si fueran las tablas de la ley. ¡O la previsión del Servicio Meteorológico!

Hay quienes piensan que basta con ignorar al CIS e incluso quienes creen que su manipulación ha llegado a ser tan exacerbada que se ha convertido ya en un bumerán contra el Gobierno: puesto que lo dice el CIS, debe ser mentira.

Pero esa no deja de ser una cómoda posición de retirada que ignora el efecto de retroalimentación que también provocan las encuestas, al crear una realidad paralela que influye en una mayoría de la población poco o nada precavida.

Es un secreto a voces que, desde que hace doce meses Sánchez convirtió su proceso de reflexión -tras la imputación de Begoña Gómez– en la catapulta para intentar perpetuarse al menos trece años en el poder, su hoja de ruta pasa por mantener vivo el miedo a Vox.

Si en 2023 esa estrategia bloqueó in extremis la llegada de Feijóo a la Moncloa, tanto más debería funcionar en 2026 o 2027 cuando la ultraderecha ha crecido en el mundo entero.

Para mantener vivo el miedo a Vox es imprescindible que Tezanos se esmere aun a costa de ‘pasarse de frenada’ y generar peligrosos efectos encadenados como está ocurriendo con este barómetro de abril

En ese itinerario Sánchez está encontrando muy diversos aliados involuntarios que van convirtiéndose para él en bendiciones disfrazadas. Desde un gigantesco antagonista detestable como Trump, hasta un atrabiliario pequeño inquisidor como el juez Peinado.

Con esos u otros mimbres lo esencial para la Moncloa es hacer verosímil la amenaza, aunque en las últimas elecciones europeas España fuera el país importante de la UE con menor peso de la ultraderecha y Vox no pasara del 9,6%, gracias al 34,2% del PP.

Y para mantener vivo el miedo a Vox es imprescindible que Tezanos se esmere aun a costa de, efectivamente, pasarse de frenada y generar peligrosos efectos encadenados como está ocurriendo con este barómetro de abril.

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A nadie le habría sorprendido que el CIS hubiera reflejado este mes una ligera subida del PSOE. Cada vez que hay una crisis internacional es como si Sánchez jugara el partido en casa, pues nadie puede negar al jefe del Gobierno la habilidad y tenacidad con que maneja sus conexiones globales.

Es cierto que ahora está atrapado en el imposible metafísico de aumentar el gasto militar sin presupuesto, ni apoyos parlamentarios, ni nuevos fondos de la UE. Pero su inequívoco alineamiento con Bruselas en el apoyo a Ucrania, el nuevo viaje a Beijing y el ten con ten tras las críticas de Washington, al enviar allí a Cuerpo, dan a nuestra política exterior un tinte de astucia y una fachada de influencia superior a la que tiene. Eso pesa a su favor.

Lo que era inimaginable es que Tezanos fuera a subir de un mes para otro tres puntos y medio la intención de voto de Vox (nada menos que un 29,9%), cuando todos esperábamos una significativa bajada a raíz de su ciego seguidismo a Trump. Justo en el momento en que los aranceles empiezan a dañar seriamente a España, como muestra la inquietante reducción de nuestras exportaciones en la última decena de marzo, Vox se dispara, según el CIS.

Lo que ocurre es que ese 15,2% de Vox es inverosímil pero extraordinariamente útil para Sánchez. El mensaje a los líderes y votantes del PP es inequívoco: abandonad toda esperanza de marcar distancias; por terrible que parezca la coyuntura para ellos, siempre tendréis que depender de Vox.

Justo en el momento en que los aranceles empiezan a dañar seriamente a España, Vox se dispara, según el CIS. Es inverosímil pero útil para Sánchez

El efecto inmediato del alza de Vox en el CIS es una bajada casi equivalente -3,1 puntos- del PP y eso abre la brecha en favor del PSOE en nada menos que 6,5 puntos. Un par de arreones más y Tezanos dará virtualidad al sueño más esotérico del inquilino de la Moncloa: que haya menos distancia entre Abascal y Feijóo que entre el líder del PP y él.

Como bien subrayaba el análisis comparativo de Diego Rodríguez Veiga, este último dato que el CIS atribuye al PP se desvía en nada menos que 7,7 puntos a la baja de lo que dice el promedio de las últimas nueve encuestas de otros tantos institutos privados en otros tantos medios de todas las tendencias.

Si a ello se une la sobrevaloración del PSOE, la consecuencia es que Sánchez pasa de perder por 4,2 puntos en el promedio de encuestas a ganar por 6,5 en el CIS. Vamos, como para haberle sacado en procesión esta Semana Santa.

Estamos ante un vuelco sin precedentes de nada menos que 10,7 puntos. Ni Bertrand Duguesclin llegó remotamente a tanto. ¿Podemos seguir amortizándolo a beneficio de inventario?

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Al cabo de tantos cambios de metodología, las trampas de Tezanos son poco menos que inescrutables. Pero cualquiera diría que en el caso del voto a la ultraderecha ha recurrido a una técnica demoscópica homologable a la aserpia que utilizan los viticultores jerezanos construyendo pequeños caballetes entre las cepas para que el agua no se desparrame.

Que ni un solo voto potencial de Vox deje de estar almacenado para cuando haya que exhibirlo y movilizarlo.

La distorsión estaría no sólo en la cocina sino especialmente en la muestra. Eso explicaría que, según este CIS, hasta un 36% de quienes no tenían edad para votar en 2023 se inclinaría hoy por Vox y sólo un 4% por el PP. Nueve veces más. ¿Es eso posible?

Si a este sesgo de la muestra le unimos la orientación de las preguntas, empezamos a entender por qué parece que hay un alto porcentaje de jóvenes dispuesto a preferir el autoritarismo a la democracia.

Esto da pie al segundo gran beneficio para Sánchez: la justificación de su activismo antifachosfera entre esos jóvenes. Como sólo los socialdemócratas están «del lado correcto de la historia», sólo el último gobernante de izquierdas en un país grande de la UE puede y debe proteger a nuestros adolescentes del veneno ultra.

Montar una campaña para «modificar actitudes» entre los jóvenes y vincularla al cincuentenario de la muerte de Franco, me parece jugar con fuego

Pero cuidado. Montar una campaña a partir de síntomas predeterminados por la conveniencia gubernamental para «modificar actitudes» entre los jóvenes y encima vincularla al cincuentenario de la muerte de Franco, como si hubiera que vacunar a esa parte de la población contra una presunta predisposición favorable al dictador, me parece jugar con fuego.

A base de llamarles franquistas habrá chavales que terminarán creyéndoselo.

Pero al margen de la fiabilidad de los datos, el Gobierno debería preguntarse si lo que rechazan, o más bien ponen en entredicho, esos jóvenes no es la democracia sino su adulteración.

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No habría mejor campaña de concienciación para jóvenes y mayores que cumplir con las asignaturas pendientes de la regeneración democrática. En vez de esconder los informes del Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa (Greco), para hacerlos públicos con el suficiente retraso como para que sus tirones de orejas parezcan desactualizados, Sánchez debería esmerarse en cumplir al pie de la letra sus recomendaciones.

Eso significaría someter a los candidatos a altos cargos a un escrutinio riguroso, vigilar su conducta y asumir responsabilidades políticas fulminantes cuando se nombra a alguien como Ábalos.

Eso significaría restringir la contratación de asesores y asesoras para impedir la llegada al sector público de nuevos Koldos y Jésicas.

Eso significaría regular los conflictos de interés como los que afectaron a Begoña Gómez en su relación con los patrocinadores de su cátedra.

Eso significaría controlar las relaciones de las administraciones públicas con lobbies como Acento, pues el único gran pacto PSOE-PP que al parecer funciona en España es el que permite a Pepe Blanco y Alfonso Alonso forrarse en comandita.

Eso significaría devolver la neutralidad política a RTVE, restableciendo las mayorías cualificadas para el nombramiento de su consejo de administración.

El único gran pacto PSOE-PP que al parecer funciona en España es el que permite a Pepe Blanco y Alfonso Alonso forrarse en comandita

Eso significaría distribuir la publicidad institucional con total transparencia en función de las audiencias de los medios y los objetivos de cada campaña.

Eso significaría desvincular al Fiscal General del Estado del Gobierno, mediante su elección por mayoría cualificada del Parlamento para un mandato de mayor duración que la legislatura.

Eso significaría adoptar al fin el criterio europeo de que la mayoría de los miembros del Poder Judicial procedan de la judicatura y sean elegidos por los jueces sin interferencias políticas.

Eso significaría cumplir con la obligación constitucional de presentar cada ejercicio los Presupuestos al Congreso y además cumplir con la cita anual del debate sobre el estado de la nación.

Y eso significaría, por supuesto, destituir a Tezanos, poner al frente del CIS a un profesional independiente, aceptable para la oposición y desactivar sus mecanismos de intromisión electoral.

Son distintos aspectos de un elemental respeto a las reglas del juego del pluralismo democrático que algunos llevamos reclamando desde hace más de cuarenta y cinco años. Porque no hay nada que produzca más desafección hacia un sistema que reivindica la soberanía popular que asistir a esa “patrimonialización” del poder que Sánchez practica con más ahínco que la mayoría de sus antecesores.

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Nadie con ideales democráticos, sea cual sea su edad, puede de hecho cruzarse indiferente de brazos ante escándalos tan flagrantes como el de Tezanos y el CIS. Y eso no se resuelve con una impotente comisión de investigación en el Senado.

Una vez que él ha cruzado este descomunal Rubicón de los diez puntos de desviación del promedio de sondeos, ya no caben medias tintas.

O el tiempo le da gloriosamente la razón y una victoria del PSOE en las próximas elecciones generales obliga a las encuestadoras privadas de los más diversos pelajes no a desnudar sus microdatos sino a revisar toda su metodología en medio del descrédito; o Tezanos termina en el banquillo y probablemente en la cárcel por estafa, prevaricación, malversación de caudales públicos, delito electoral continuado y ya veremos cuantos ilícitos penales más.

O el tiempo le da la razón y una victoria al PSOE en las próximas generales, o Tezanos termina en el banquillo y probablemente en la cárcel por estafa, prevaricación, malversación de caudales públicos…

Cabe alegar que no estoy planteando un castigo equivalente, pero tampoco hay igualdad ni de armas, ni de repercusión, ni de responsabilidades. Equivocarse siempre y cada día más en favor de los tuyos no puede ser error sino alevosía. En realidad, los términos del envite favorecen a Tezanos pues descuentan a su favor la influencia que ejerce sobre los resultados.

También es cierto que no podemos comparar la supuesta fotografía de este momento con el resultado final. Lo justo es que el veredicto esté vinculado a sus últimos pronósticos. Pero cuando alguien llega tan lejos como en este barómetro de abril no resulta sencillo reducir la dosis de dopaje a ningún cliente. Y menos a uno tan insaciable como Sánchez.

A medida que se acerque la hora de la verdad será interesante comprobar cómo evoluciona esa brecha de más de diez puntos respecto al promedio de sondeos.

Porque si la ventaja de Sánchez se reduce o no digamos si Feijóo se pone por delante, el efecto arrastre tendrá una amplificación paradójica: qué malas perspectivas deben de tener el presidente, el PSOE o la izquierda si hasta el CIS de Tezanos los pone cuesta abajo.

Lo dicho, o al altar o entre barrotes. Todo un estímulo adicional para que Sánchez haga de su triunfo la canonización de su brujo de cabecera. Pero menudo acicate para Feijóo, sus colaboradores y votantes. Revertir el pronóstico oficial supondría cobrarse el mejor dos por el precio de uno de la historia de la democracia.