DARÍO VALCÁRCEL / Consejero Delegado de Estudios de Política Exterior, ABC – 14/09/14
· La cumbre de la OTAN se cierra en Gales. El presidente corre al Air Force One para volver a Washington. Allí se reúne con los líderes del Congreso y pide su apoyo para hacer frente al peor integrismo. Quizá sea el comienzo de una nueva etapa. Esta vez de verdad.
De regreso de la cumbre de la OTAN en Gales, 4 y 5 septiembre, Barak Obama ha decidido enfrentarse al ISIS, el peor integrismo islámico. El martes 9 propuso su plan a los líderes del Congreso y el 10 se dirigió a la nación para exponer el proyecto que desarrollará en Irak y Siria. En la declaración de Gales, 5 septiembre, hay juicios muy duros para Rusia, tras la invasión de Crimea y los ataques a Ucrania. Pero hay sobre todo un anuncio, la guerra al ISIS, Estado Islámico en Irak y Siria. Y una precisión: no se puede acabar con el integrismo salvaje solo con ataques aéreos. Obama se ha comprometido a «debilitar primero y destruir luego» al ISIS.
Pero no podemos entrar en esto sin considerar antes dos puntos: los Estados Unidos de Obama y la situación de la Alianza en el post-Afganistán de 2014.
Los Estados Unidos de Obama atraviesan un buen momento. La independencia energética parece a su alcance, las reservas de shalegas son más altas de lo esperado. Para 2014 la Casa Blanca anuncia variables económicas favorables. Pero entretanto se extiende en el país la confusión sobre la política exterior del presidente, sobre sus vacilaciones. Se echa de menos el liderazgo. Las grandes críticas a la indecisión presidencial proceden sobre todo de los pesos pesados del Partido Demócrata y de los medios de comunicación más afines. Casi todos los frentes exteriores han empeorado desde la llegada de Obama, enero de 2009. Esos frentes ponen en duda su decisión de pivotar hacia el Pacífico.
Obama insistía en otra obviedad: los problemas graves no tienen solución militar. Nada tiene, es cierto, una solución exclusivamente militar. Pero las amenazas militares suelen acelerar las soluciones políticas. Anunciar que esos medios no se utilizarán reduce su fuerza disuasoria. Esto empieza a cambiar tras la aparición de ISIS y la decisión de Obama de hacerle frente.
Al país le faltan principios directores, sostenía el mes pasado Hillary Clinton. Estados Unidos «no debe hacer tonterías», declaraba solemnemente el presidente días antes. Pero «no hacer tonterías», señalaba Clinton, no es un principio rector, menos aún para la primera potencia del mundo. No actuar en Siria favoreció la expansión del ISIS, añadía la anterior secretaria de Estado. Que no sea demasiado tarde, como en la historia de tantos fracasos.
La OTAN, y esta es la segunda reflexión, ha garantizado nuestra libertad y nuestra paz desde 1949. Y la ha conseguido cuarenta años después para estados que venían de la órbita soviética. El papel de la Alianza en la Guerra Fría fue decisivo. Como lo fue en la caída del Muro, en las tremendas guerras balcánicas, en los combates frente al terrorismo islámico… ¿Y ahora? ¿Cuál es su papel en el post-Afganistán 2014?
Esta era la gran pregunta hasta la anexión de Crimea por Rusia, rompiendo la norma básica, sacrosanta, de la inviolabilidad de las fronteras. Y hasta la aparición brutal del Estado Islámico, ISIS hoy. Dos cuestiones de magnitud histórica y máximo peligro. ¿Podemos seguir repitiendo «no hay solución militar»? ¿Podemos seguir sin afrontar la cuestión presupuestaria?
De momento aparece una respuesta solvente, compleja, el refuerzo de las tropas especiales de reacción inmediata (en la OTAN y fuera de la OTAN, reforzadas o de nueva creación) y los compromisos de no recortar, de llegar al 2 por ciento del gasto en menos de diez años; y de dedicar un 20 por ciento de ese 2 por ciento a inversión e investigación, no a retribuciones.
Y está el Afganistán post-2014, todavía impreciso por la situación allí. Si se sale mal, volveremos. Como hemos vuelto a Irak. Volveremos incluso antes.
Dos cuestiones que no son de directa dependencia de la OTAN, pero que habrían debido ocupar más espacio en su documento de 113 puntos. Norte de África-Sahel. Dependencia energética de Rusia. Ambas de máximo riesgo y alcance para la Unión Europea y especialmente para España.
Debemos recordar que, en las conclusiones de la cumbre de Chicago 2012, Siria merecía sólo tres líneas de «preocupación», e Irak una línea y media de «satisfacción». La OTAN, entonces poco premonitoria, debe evitar hoy esa desenvoltura. No debe pasar lo mismo en el norte de África-Sahel.
Sobre las dos cuestiones centrales de esta cumbre, Rusia e ISIS, sobre su gravedad y urgencia, se ha dicho ya casi todo. Tres observaciones, sin embargo, sobre Rusia-Ucrania. Rusia ha violado normas intocables sobre las que se asienta el orden mundial, hasta ahora el suyo. Hoy está clara la que TheEconomist denomina «paranoia geopolítica» de Putin, su obsesión con el territorio perdido al final de la Guerra Fría. También su posible arsenal nuclear y la modernización, a la manera rusa, no a la americana, de un ejército que él desea utilizar. Polonia y los tres bálticos han clamado hasta que se les ha atendido: ¿incursión, invasión, anexión? Del Ártico no se habla, pero se hablará.
Por último, es clave la cuestión de la dependencia energética: es un elemento disuasorio. España puede tener aquí un papel relevante. Contará en ello la nueva comisaría de Miguel Arias Cañete.
Necesitamos a Rusia. Sobre todo en dos campos, la lucha antiterrorista y la contención nuclear. Es así. Esperemos que en las relaciones OTAN-Rusia se salve esa necesidad. Estados Unidos ha de defender y mantener el carácter inviolable de las fronteras: pero ha de hacerlo con Rusia.
La cuestión del terror del ISIS parece hoy al menos abordada. Contener primero y destruir luego al Estado islámico. Apoyar al nuevo Gobierno de Irak, en modo alguno al de Assad. El 12 de julio los integristas tomaban Mosul. La gravedad fue tal que, desde el 8 de agosto, Estados Unidos bombardea al ISIS en Irak. Hoy Barak Obama se ha explicado: su explicación ha convencido.
Pero Obama quiere distanciarse de los precedentes de Irak y Afganistán. Hablamos todavía de 1.500 militares americanos en Irak. La fatigada opinión pública americana empieza a cambiar su postura antiparticipación.
Sería deseable que España aclarara ya su voluntad de pertenecer a la nueva coalición. Hemos sido uno de los países más golpeados por el terrorismo yihadista. Ahora que nos amenaza más que nunca, no parece que la retaguardia sea el mejor puesto para los soldados españoles.
DARÍO VALCÁRCEL / Consejero Delegado de Estudios de Política Exterior, ABC – 14/09/14