Isabel San Sebastián-ABC
- Convendría que Casado centrara sus ataques en la izquierda y el separatismo, evitando descalificar a Vox
El balance de gestión del gobierno Frankenstein es tan desastroso, tan lesivo para los intereses de los españoles, tan aterrador en lo que atañe al futuro de nuestra nación, que la ciudadanía ha llegado a la conclusión de que urge librarnos del monstruo. Así lo atestiguan las distintas encuestas publicadas estos días, empezando por la que firmaba el domingo en ABC Narciso Michavila, cuyo rigor queda acreditado por el altísimo grado de acierto alcanzado en sus trabajos. Un acierto inversamente proporcional a los errores de bulto cometidos por el CIS de Tezanos en sus pronósticos, realizados con la intención de inducir el voto hacia el partido socialista y no de reflejar la realidad demoscópica.
A rebufo del ‘efecto Ayuso’, el PP se dispara y sobrepasa ya con holgura al PSOE, que sufre una caída imparable. Desaparecido Ciudadanos, víctima de sus bandazos y traiciones, el voto de centro-derecha se reagrupa en dos formaciones que, juntas, alcanzan la mayoría absoluta, acaso con la ayuda de hermanos como Navarra Suma o Foro Asturias. Si Pablo Casado lee correctamente el diagnóstico y aprovecha la oportunidad, lo que hoy es una tendencia fuertemente influida por los resultados de las autonómicas madrileñas podría consolidarse con vistas a unas generales. A tal fin, convendría que el líder popular centrara sus ataques en la izquierda y el separatismo, evitando descalificar a Vox, ya que, si aspira a conquistar La Moncloa, habrá de hacerlo contando con sus escaños. Esa fue exactamente la estrategia de la presidenta de la Comunidad de Madrid, no solo durante la campaña, sino a lo largo de su anterior mandato, y su éxito arrollador en las urnas tendría que marcar el camino a quien aspire a conseguir lo mismo. O sea, una alternativa al Ejecutivo social-comunista que encabeza Pedro Sánchez con el aval de golpistas recalcitrantes y etarras reconvertidos. El representante de esa alternativa debería ofrecer un programa económico serio, ganarse algún respaldo en los medios de comunicación y el mundo de la cultura, que la derecha siempre ha menospreciado, por no decir maltratado, y también dedicar sus esfuerzos a labrar el campo internacional en busca de apoyos, porque hoy España cuenta poco en el seno de la Unión Europea y nada en Estados Unidos, como demuestra la arrogancia con la que nos ha atacado Marruecos.
En el otro lado del espectro político, la izquierda sufre el proceso inverso y se fragmenta en tres grupos que esa división debilita. Sánchez vive una ficción futurista creada para él por su gurú de cabecera, sin atreverse a salir a la calle donde a menudo es abucheado. Podemos no ha podido hacer nada de cuanto prometía, Iglesias se ha dado a la fuga y Más País recoge restos de ambos naufragios, sin un proyecto claro que ofrecer, más allá de brindar refugio a los defraudados con Frankenstein. Porque también en ese campo la criatura da miedo, aunque Errejón estaría encantado de acudir presto a su rescate.