Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 20/12/11
L o que hemos visto ayer no ha sido un debate del estado de la nación. Ha sido la presentación en sociedad del programa de gobierno de Mariano Rajoy. No hay que analizarlo, por tanto, como un combate dialéctico entre líderes, sino centrar el examen en una sola persona que fue interrogada, puntualizada o criticada por otros representantes populares. Y digámoslo de entrada: estemos o no estemos de acuerdo con el todavía candidato a la presidencia, ha demostrado altura de miras y conocimiento de la realidad nacional. Sus ocho años de ministro y sus otros ocho años de jefe de la oposición dan como resultado un hombre experimentado para el que no hay secretos de gobernación.
¿Dónde estuvo la sorpresa? En que contábamos con medidas de máxima dureza y máxima austeridad pública y privada, y no fueron anunciadas. Rajoy no pasó de anunciar reformas, muchas, y, si pusiéramos sus palabras en una balanza, pesarían más las amables que las anunciadas «no gratas». Entiéndase por amables aquellas que hablan de capacidad adquisitiva de las pensiones, de estímulos a la compra de primera vivienda, de intención de no subir los impuestos o de ayudas fiscales a los emprendedores que creen empleo. ¿Valdrá esto para toda la legislatura? Me temo que no. Me temo que valen solo hasta las elecciones andaluzas o hasta que el nuevo Gobierno disponga de todos los datos de la contabilidad nacional.
En todo caso, estamos ante una revisión formal de la política socialista, como corresponde a un Gobierno conservador. Aunque Rubalcaba tiene razonables dudas sobre los recursos para tantas atenciones públicas, Rajoy plantea esos estímulos para recuperar la política económica de Rato y Aznar: recaudar más simplemente porque hay más actividad económica. Desde esa filosofía, se empleó a fondo en complacer sobre todo a los emprendedores, a quienes procuró dar todas las satisfacciones, desde el crédito más fácil a, quién lo iba a decir, la supresión de los puentes, que es la última bandera de los empresarios de la CEOE.
Y, en el fondo, lo que busca Mariano Rajoy es algo tan sencillo como esto: que el país sea operativo, que funcione, que desaparezcan trabas artificiales, que se paguen las deudas y que no haya diferencias entre habitantes de cada región. Esto último va a crear resistencias nacionalistas: ya está escrito que ayer nació un nuevo centralismo español. Tengo para mí, después de escuchar su debate con Duran i Lleida, que busca, sobre todo, corregir los fallos de auténtica caricatura que se sufren en el funcionamiento ordinario y en la unidad de mercado. Yo no creo que haya una marcha atrás en la descentralización.
Lo que ha nacido ayer es una mayor contundencia en el entendimiento de España como nación.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 20/12/11