Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 16/1/12
Iñigo Urkullu ha reducido a uno el objetivo existencial del PNV: reconquistar el Gobierno vasco. A tal empeño se encomienda ahora la nueva dirección de este centenario partido después de cerrar un proceso de renovación interna sustanciado especialmente en recortar el poder a Joseba Egibar y en argumentar un ideario nacionalista capaz de superar en las urnas a la pujante izquierda abertzale.
Urkullu sale de la asamblea general más fortalecido que nunca. Aunque resulte paradójico si se aplica una dosis de rentabilidad política, el presidente del PNV consolida su liderazgo y aparta cualquier atisbo de rechazo crítico precisamente cuando menos poder institucional tiene su partido, ahora reducido al territorio de Bizkaia donde, de paso, se asienta la inmesa mayoría de su afiliación.
Así, rodeado de un equipo tan rejuvenecido como fiel y entregado, Urkullu emprende la reconquista del poder autonómico perdido, del anhelado regreso a Ajuria-Enea, donde siempre hubo un lehendakari del PNV hasta que Patxi Lópezy Antonio Basagoiti, en pleno azote del terrorismo, unieron los votos constitucionalistas para su Gobierno del cambio. Se trata de su principal objetivo al que persigue acompañado de dos dudas: quién será el candidato a lehendakari del PNV y qué opción de gobierno le aguarda a la izquierdaabertzale.
Nunca como ahora ha cobrado tanta fuerza la posibilidad de que el propio Urkullu sea el candidato a lehendakari. Vendría a romperse una norma sagrada no escrita en los estatutos del PNV pero no es descabellado suponer que Urkullu podría renunciar a la presidencia del partido en el supuesto de que fuera elegido presidente del Gobierno vasco y así respetar la tradición. De momento, no lo ha negado.
Y en sus manos está dibujar la apuesta ideológica que permita ensanchar la actual ventaja que el PNV mantiene sobre Amaiur para así ganar las próximas elecciones autonómicas y reclamar su derecho a formar gobierno, siquiera con un apoyo puntual que posiblemente se lo daría el PP o en solitario. Pero no es fácil porque Urkullu es consciente de la ya amenaza electoral que supone una izquierda abertzale sin excesivo desgaste todavia en las instituciones y que juega a favor de corriente en la calle. Lo intentará con un mensaje nacionalista sin esas estridencias patrióticas exhibidas hasta ahora en Gipuzkoa sin resultado alguno, que, además, no olvida el pasado sufrido en Euskadi y sus motivos, que ve ilusionado por el nuevo escenario sin violencia, pero que se siente urgido por reaccionar ante los efectos ya sensibles, también en Euskadi, de la crisis económica. Su ilusión es, a la vez, su prueba de fuego.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 16/1/12