MANUEL MARTÍN FERRAND, ABC 24/04/13
· El problema de España no está en los partidos, proporcionalmente menores, sino en los otros, en los grandes.
El PSOE, posiblemente en colaboración con el profesor Franz de Copenhague —el de los inventos del TBO—, insiste en su obsesión federal. Incluso Ramón Jáuregui, una de las cabezas menos erráticas de la formación, quiere acabar con la «tensión territorial» que nos aflige dándole «más solemnidad» a los «hechos diferenciales». Es decir, y traduciendo del zapaterismo todavía vigente al lenguaje común, premiando la deslealtad constitucional de los separatistas catalanes y vascos ofertándoles una condición federada con rango distinto, superior y privilegiado al de las demás regiones españolas. Estas «singularidades», inevitablemente rompedoras de la unidad nacional y contrarias a la igualdad con que suele llenárseles la boca a los socialistas, son como el toreo de salón. Las posturitas quedan muy bien en el debate, pero habría que verlas en la realidad de la lidia política.
La debilidad de Alfredo Pérez Rubalcaba y su falta de autoridad real frente a los militantes de su histórico partido ha exacerbado el fervor federalista dentro de la formación y, salvo reacción inmediata de sus viejos mandarines, Felipe González incluido, será difícil que lo fundado por Pablo Iglesias siga siendo un partido nacional español durante mucho tiempo. El divorcio catalán entre el PSOE y el PSC es ya un juego de niños si se compara con la rebeldía del socialismo gallego, ante la que no saben reaccionar Rubalcaba y su muy mínimo estado mayor operativo. En Andalucía, el socialismo, pletórico de poder y corrupción, campa por sus respetos y vive un hiperfederalismo que, salvo en las formas, parece más una ruptura que una modalidad diferenciada de un partido unitario.
Curiosa paradoja la que tenemos ante la vista. Un partido que se resquebraja por sus planteamientos federales propone la federalización de España dándole «singularidades» constitucionales a algunas de las Autonomías presentes. Esto sí que es bizantino. Estamos asediados por el paro, la deuda, el déficit, la elefantiasis administrativa y la incompetencia gestora y nuestros próceres, quienes supuestamente nos representan, proponen un debate, como si del sexo de los ángeles se tratara, para determinar el precio —no nos engañemos, es un precio— que merecen los separatistas para que moderen la intensidad de su afán desintegrador del Estado.
El problema de España no está en los partidos, proporcionalmente menores, que sientan cátedra secesionista; sino en los otros, en los grandes y supuestamente nacionales que —uno más y el otro un poco menos– no saben ejercer su españolidad y viven en su seno contrariedades tan flagrantes como la del PSOE. ¿Es posible una Cataluña «solemnizada», como quieren los socialistas, en el inevitable precio del agravio comparativo para otras autonomías menos díscolas?.
MANUEL MARTÍN FERRAND, ABC 24/04/13