Pedro García Cuartango-ABC

  • La crisis de los dos grandes partidos no se debe a la creciente competencia electoral de Podemos y Vox

Decía Winston Churchill en una cita clásica que la democracia es el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás. Hoy estamos asistiendo a una verdadera crisis de las democracias parlamentarias, amenazadas por la eclosión de un nuevo autoritarismo que ha triunfado en países como Hungría y Polonia.

El modelo que propició el nacimiento del Estado de Bienestar tras el final de la II Guerra Mundial se está derrumbando, mientras crece el arraigo del populismo, de los nacionalismos y de ideologías que prometen soluciones simples a los problemas complejos. La pandemia ha propiciado la propagación de teorías conspirativas que se expanden sin el menor respaldo científico.

De todo esto trata ‘El ocaso de la democracia’, un magnífico libro de Anne Applebaum, una historiadora estadounidense nacionalizada polaca, premiada con el Pulitzer en 2004 por ‘Gulag’. Es una obra de obligada lectura por la radiografía de esta crisis que, como ella apunta, está relacionada con un creciente sentimiento de inseguridad y la nostalgia por un mundo que ofrecía muchas más certezas. Y ello en un contexto en el que cada vez es más difícil discernir lo verdadero de lo falso.

Applebaum subraya el éxito de una nueva generación de políticos antiliberales como Orban o Jaroslaw Kaczynski, que, con una mezcla de nacionalismo y populismo, intentan acabar con la separación de poderes y gobernar de forma autoritaria, aplastando a la oposición.

El análisis de la historiadora es muy ilustrativo, pero obvia un factor que resulta esencial para explicar este proceso de degradación de la democracia: el fracaso de los partidos tradicionales, desprestigiados por la corrupción, el nepotismo y, sobre todo, su incapacidad para ofrecer soluciones a los cambios económicos y sociales que han provocado la globalización y las nuevas tecnologías. Europa Occidental gozó de una época de enorme prosperidad y libertad después de 1945 gracias a la alternancia de la democracia cristiana y la socialdemocracia en el poder. Este modelo se ha derrumbado y los partidos que lo representaban han desaparecido o son marginales como ha sucedido en Francia e Italia.

Todo ello ha traído consigo un descrédito de la democracia representativa, que también se puede percibir en países como España. Las dos formaciones que se han alternado en el poder, el PSOE y el PP, están profundamente desprestigiadas por sucesivos escándalos y por un sectarismo que ha ido corroyendo la credibilidad de las clases dirigentes.

La crisis de los dos grandes partidos no se debe a la creciente competencia electoral de Podemos y Vox, sino que es al revés: estas nuevas fuerzas han crecido al amparo del fracaso del PSOE y del PP, incapaces de impulsar una regeneración desde dentro y sumidos en un clientelismo cada vez más obsceno.