Ocho horas de reproches y tensión dinamitaron el bloque soberanista

ABC 15/10/14

· Mas afronta en solitario la recta final del proceso. UDC, al borde de consumar la ruptura ante el radicalismo de CDC
· La gota que colmó el vaso Un técnico explicó que el sucedáneo de consulta «no tendría garantías ni credibilidad internacional»

Un tren que va perdiendo vagones conforme avanza. Del frente soberanista que hace pocas semanas se manifestaba excitado en la «V» de la Diada, a la imagen de ayer, con un Artur Mas tenso, compareciendo en solitario, hay un abismo político. Por el camino, la ruptura en pedazos del frente independentista y la constatación de que, al menos ahora, Mas afronta en solitario las semanas más decisivas del «proceso». De los seis partidos que integraban lo que se llegó a vender como un frente sólido pese a las diferencias ideológicas (CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y la CUP), solo los dos primeros sostienen a Mas. En paralelo, la percepción de que Josep Duran (UDC) difícilmente acompañará al presidente en su salto adelante se impone. UDC anunció ayer su deseo de agotar la legislatura y su rechazo a la Declaració Unilateral de Independencia (DUI).

Según comienza a trascender, la decisiva reunión del pasado lunes en el Palacio de Pedralbes no solo dinamitó el frente soberanista sino que introdujo una dosis de encono entre los reunidos que anticipa una recomposición de la unidad más que difícil.

La reunión fue un toma y daca entre Artur Mas y Oriol Junqueras (ERC): reproches y palabras gruesas cuando Mas puso sobre la mesa su sucedáneo de consulta ante la imposibilidad de llevar a cabo la prevista. Gesto agrio y preocupación cuando Junqueras adelantó que la condición para una hipotética lista única en unas elecciones plebiscitarias es una inmediata declaración de independencia. El acuerdo era imposible.

Divisiones
Según se ha conocido, la izquierda antisistema de las CUP llegó a aceptar el planteamiento de «consulta B» anunciado por Mas, mientras que ICV, junto a UDC el partido con más dudas sobre el proceso, vio de inicio que la propuesta no conducía a ninguna parte. Según reveló el mismo Joan Herrera (ICV), uno de los máximos técnicos de la Administración catalana afirmó que «lo técnicamente implementable no tendría garantías democráticas ni credibilidad internacional». La consulta planteada es un «plan para salvarse él –Artur Mas–, para rescatar sus promesas», sentenció ayer el líder de ICV una vez que el presidente de la Generalitat hizo públicos sus planes.

El lunes, en la que fue la tercera reunión entre los partidos, la necesidad de tomar una pronta decisión tensionó de inicio el encuentro. No se avanzaba. A diferencia de lo que sucedió tras la cita del pasado día 3, el receso para comer no sirvió para desatascar nada. En esta ocasión, los participantes se tomaron un par de horas, una pausa durante la cual únicamente permanecieron en el interior del Palacio de Pedralbes Mas, Junqueras y Jordi Turull (portavoz de CiU en el Parlament). Fueron horas decisivas. Cuando regresaron el resto de convocados, la percepción de que ahí no se saldría con un acuerdo fue general. Es más, el cruce de reproches entre los dos protagonistas prosiguió en un tono inédito tras la pausa. Tras ocho horas de reunión, la ruptura se consumaba.

Foto vacía
La certeza de que la tan proclama unidad soberanista era más ficticia que real cristalizó el lunes, pero era ya una ola en progresión desde el día 3, tras la primera «cumbre». Sonrientes, algunos incluso cogiéndose del hombro, proclamaron solemnes que el proceso seguía «adelante». No fue más que eso, una foto, porque el partidismo, la táctica a corto, corrían por dentro del andamiaje independentista.

Se supo que en el transcurso de ese primer encuentro Mas llegó a retar a Junqueras con la convocatoria inmediata de autonómicas ante la intransigencia del republicano con respecto a un 9-N que ya se desmoronaba. La situación se salvó con el compromiso de Mas de explorar todas las vías para poder votar, lo que fue un intento, ahora se ve que en vano, para retener a ERC. La aparente sintonía que siempre se ha supuesto entre Junqueras y Mas ha desaparecido en cualquier caso. Abandonado por sus aliados, y a menos de cuatro semanas para el 9 de noviembre, la «porcelana fina» de la unidad soberanista –en palabras del presidente catalán– se rompe en pedazos.