VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 16/01/15
· Tienen razón los líderes políticos que ayer coincidieron en diagnosticar el anunciado adelanto electoral catalán como una prueba del fracaso de Artur Mas como presidente del gobierno autónomo catalán. Y también la tenían cuando constataron por enésima vez que el resultado final de la estrategia del president es la división de la sociedad catalana. Incluso tienen razón los que consideran que no es de recibo que el líder de CiU convoque elecciones anticipadas «cada año y medio» que le van llevando, por cierto, de fracaso en fracaso.
Pero, con ser todo eso verdad, no disminuye un ápice la gravedad del desafío final al Estado que Mas y Junqueras se proponen cebar de aquí al mes de septiembre. Ni tampoco lo disminuyen los más que previsibles y crecientes enfrentamientos que se van a producir en estos próximos ochos meses entre ambos políticos independentistas.
Porque lo que importa aquí, más allá de consideraciones sobre los aspectos secundarios de la convocatoria electoral, es que estos dos dirigentes se las arreglarán para intentar sacar adelante un apoyo a sus pretensiones independentistas que supere ese millón ochocientos mil votos que obtuvo la secesión en las urnas de cartón del 9-N, una votación en la que participaron menores de 18 años y extranjeros. En una convocatoria electoral con todas las de la ley, esta cifra de independentistas quedaría notablemente disminuida. Y ellos saben que con ese millón y pico de electores no van a ninguna parte por mucho que en la próxima Diada formen nuevas cadenas humanas y se vistan otra vez con la misma camiseta amarilla.
Una secesión no tiene ninguna posibilidad de alcanzarse si no cuenta con una superioridad aplastante en la voluntad de los electores. No basta por supuesto con una mayoría absoluta ni en votos ni en escaños. Mas y Junqueras necesitan mucho más para poner en marcha su pretendida separación de España. Y a eso es a lo que se van a dedicar a partir de ahora.
De hecho, el president ya ha anunciado que va a poner en pie las instituciones que son imprescindibles para montar una estructura de Estado. Una agencia tributaria propia y una seguridad social propia entre otras cosas, ha dicho. Esto está en contra de toda legalidad pero no será la primera vez ni será la última que Mas se pasa la ley por al arco del triunfo sin que encuentre una respuesta contundente por parte del Gobierno. El Consejo para la Transición Nacional es una buena prueba de lo dicho.
En estos ocho meses veremos muchas cosas, pero no nos equivoquemos dando por hecho que van a embarrancar porque no lo harán. Todo lo proyectado lo han acabado haciendo. Y no será distinto ahora.
VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 16/01/15