EL CORREO 21/07/13
· Expertos afirman que deberán pasar «tres generaciones» para que se superen los efectos de décadas de terrorismo.
El perdón, el arrepentimiento e, incluso, los odios, en sus diferentes vertientes, son cuestiones que se adentran en un terreno más personal y sociológico. Tras décadas de violencia y terrorismo en Euskadi, describen la asignatura pendiente para afrontar con garantías una futura convivencia en paz. Pero, ¿han cambiado tanto las cosas en el año y medio transcurrido tras el cese de ETA? O, por contra, ¿los sentimientos, los temores y las posturas totalitarias perviven aún en el sustrato social vasco, con la diferencia de que ya no se asesina?
Expertos consultados por este periódico coinciden en que los odios, siempre con matices, siguen «estando ahí». «Cómo no va a existir un problema que ha durado cincuenta años». Salen a la luz pública de manera esporádica, a modo de declaraciones o de proclamas en actos multitudinarios. Los gritos de ‘Gora ETA’ que se escucharon tras el fallecimiento, por causas naturales, del exdirigente etarra Xabier López Peña, ‘Thierry’, o los deseos de muerte expresados por algunas víctimas del terrorismo hacia los verdugos de sus familiares son, guardando las distancias, sólo una prueba de los efectos que la lacra de la violencia ha causado en Euskadi. Una de las claves, por no decir la más importante, para salir de esta coyuntura es que aquellos que sustentaron de alguna forma el terrorismo hagan una revisión crítica del pasado y asu-
Daniel Innerarity Filósofo «Estamos en el periodo más difícil de gestionar»
O «Cuando la violencia deja de ser un problema policial y político, pasa a ser un problema psicologizado», advierte Daniel Innerarity. Catedrático de Filosofía Política y Social y director del Instituto de Gobernanza Democrática de San Sebastián, considera que «a partir de ahora estamos en el periodo más difícil de gestionar». «Lo anterior era más doloroso, más duro, pero más sencillo; ahora hay que tener una gran habilidad y finura porque lo que se dirime es más una ‘batalla’ psicológica que política», valora.
Innerarity (Bilbao, 1959) identifica dos miedos que «se están alimentando mutuamente» y que acaban por traducirse en «rabia e incluso odio difuso». Por un lado, la «sensación» que tienen los afectados por el terrorismo –o parte de ellos– de que «están perdiendo, cuando la realidad es otra». «Es más, podría darse la situación de que tanto ETA como algunas de las víctimas coincidieran en esa concepción macabra de que esto ha acabado con una victoria de la banda, cuando ha sido un fracaso estrepitoso», añade.
Por otro lado, se situaría la «enorme frustración» que genera en el mundo de ETA y de quienes la apoyaron «no haber sido capaces de sacar adelante su proyecto totalitario». Ante esa constatación, Innerarity fija «dos salidas»: reconocer que lo que hicieron no sirvió para nada o no hacerlo. De eludir dicha «catarsis», el filósofo vasco advierte que la frustración podría tornarse en un «odio más exacerbado» que podría tener en su punto de mira «al PNV», más incluso que a PSOE y PP. Los jeltzales se han convertido en el foco de las críticas de la izquierda abertzale. Y es que, explica, los de Sabin Etxea son «el espejo de su fracaso». «Viene a demostrar que hay otra manera de concebir la nación vasca, sin matar».
Pese a reconocer que el camino que queda por delante es complicado, Innerarity se muestra optimista. «No tengo duda de que la batalla del relato está ganada», señala. «La violencia acaba a partir del momento en el que le dices a tu hijo que en Euskadi se ha matado por una idea política y no lo entiende».
Víctor Urrutia Sociólogo «La simiente nace de que una parte de la población ha cosificado a la otra»
O Para Víctor Urrutia «las fuentes del odio arrancan de que una parte de la población de este país ha rechazado a la otra, la ha cosificado e, incluso, ha conseguido liquidarla». «Esa –apunta tajante– ha sido la simiente». Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, considera que hace falta una mirada crítica hacia el pasado que ayude a cicatrizar las heridas abiertas. «Que aquellos que han eliminado al otro reconozcan el daño causado, se arrepientan, pidan perdón, se repare el daño y se haga memoria». Esos son los cinco pasos que, a su juicio, deben darse para avanzar hacia la convivencia. «Y aquí, no estamos todavía ni en el primero, sino que se jalea y se recuerda públicamente a aquellos que han sido verdugos», lamenta.
Urrutia afirma «entender» que víctimas, como es el caso reciente de Mari Mar Blanco o Ángeles Pedraza, digan que no perdonan ni olvidan y que desean «lo peor» para aquellos que asesinaron a sus famiman que «se equivocaron». Un gesto definitivo por los errores cometidos que es todavía una asignatura pendiente. ¿Estamos entonces en el primer peldaño hacia una convivencia en paz que se presenta aún cuanto menos remota?
EL CORREO 21/07/13