A los guardias ya sólo los vemos cuando vienen a ponernos la multa, y muchas veces ni eso, que llegan solas por correo. Como supongo nos va a llegar la notificación de paz cuando se produzca, de repente y sin enterarnos. Entonces ya no necesitaremos ni guardias ni boinas, porque estaremos en la arcadia acrática y prepolítica, en el paraíso de todas las grandes religiones. Amén.
Dijeran lo que dijeran las representantes de los sindicatos de trabajadores sanitarios tras sus intentos de encierro en los locales de trabajo, por mucho que rebosaran de indignación las protestas por el comportamiento de los ertzainas que les sacaron de allí, lo cierto es que una imagen puede valer más que mil palabras; y la foto de un agente antidisturbios llevando en sus brazos a una enfermera no se compadecían con esas quejas. La imagen, tomada en el Hospital Txagorritxu de Vitoria, era la de la escena final de la película Oficial y caballero, aquel romántico bodriete militarista de la época Reagan, en cuya escena final va Richard Gere a por la mujer de su vida, interpretada por Debra Winger. Pongan ustedes la inolvidable música, poropopopo, popopo…, y verán la escena del ertzaina sacando a la enfermera en sus brazos del intento de encierro en cinemascope y con toda emoción. Me reconocerán los representantes sindicales que expulsando así a las encerradas no hay manera de hacer creíble indignación alguna, y mucho menos acusar a nadie de brutalidad policial. Por el contrario, creo que la foto se merece el premio de representar el momento histórico de proceso de paz y diálogo superador del conflicto que entre todos estamos construyendo. Poropopo, popooooo…
Afeaba la imagen, cierto, los reflejos del casco del guardia. Hubiera quedado mejor llevando la boina, prenda de la que están hasta el gorro los municipales de Bilbao, que se quejan de ella. Sepan nuestros amados agentes locales que la boina fue utilizada, y por ello después se popularizó y se generalizó entre todos los ejércitos, por don Tomás Zumalacárregui, capitán general de los ejércitos de don Carlos V, que bombardeó nuestra villa todo lo que quiso. El caudillo carlista, que tenía una concepción muy civil y deportiva del atuendo militar -como la tuvo también el general británico Montgomery (además del jersey y el pantalón corto, Monty también era un aficionado a la txapela y la impuso en el ejército británico)- sustituía también la casaca por una chamarra negra de cazador, entonces de moda entre los cazadores navarros. Así que el origen de la boina como uniforme tiene su razón en la comodidad; y, aunque fastidie llevarla, es bueno saber su origen pese a que no sirve de ningún consuelo. Sépase que aquel de la boina nos bombardeó todo lo que quiso, que sitió tres veces Bilbao, que sigue teniendo una calle que llega hasta al Ayuntamiento, mientras que el general que nos liberó, Espartero, que no usaba boina, se quedó sin ella porque era un españolazo.
Esto también es un símbolo de los tiempos de paz a la vasca que corren. El sitiador, con calle, y el liberador, sin ella. Por eso hay que fastidiarse y usar la boina roja de las Brigadas de Navarra. Por cierto, los municipales de Pamplona no usan ahora boina, quizás porque a ellos no les bombardearon. Las boinas de los milicianos urbanos de Bilbao, los que combatieron a los carlistas, llevaban un pompón como las de los escoceses, pero no demos ideas.
Admitamos la incoherencia en todo lo que nos pasa. Evidentemente, con las temperaturas que corren sería más cómodo apatrullar la ciudad con el uniforme que han usado los ciclistas urbanos para manifestar su indefensión cuando circulan, en pelota picada, que en estas fechas sería muy cómodo. Pero deterioraría la imagen que todo agente de la autoridad debe disponer. Lo útil del uniforme es el que el ciudadano sepa reconocer a un guardia, por si lo necesitase; y que impongan con su presencia un cierto respeto que disuada al delincuente en estos tiempos que corren, en los que hay que volver a llamar a la Guardia Civil, que ya no es lo que era, con su quepis y sin tricornio, a reprimir las bandas de asaltantes de domicilios. Sin embargo, la Guardia Civil no daría la imagen de los tiempos de resolución del conflicto que hoy corren, y supongo que no la van a llamar. Más bien, no.
Pero podrán ponerlos, si quieren, de paisano. Dentro de poco tendremos el guardia robot y ahora apenas los vemos a los actuales, porque nos vigilan todo con cámaras de televisión. Sólo los vemos cuando vienen a ponernos la multa, y muchas veces ni eso, que llegan solas a casa por correo. Como supongo nos va a llegar la notificación de paz cuando ésta se produzca, de repente y sin enterarte. Y entonces ya no tendremos ni conflicto ni nada, no necesitaremos ni guardias ni boinas, porque estaremos en la arcadia acrática y prepolítica, es decir, en el paraíso de todas las grandes religiones. Amén.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 14/6/2006