Jon Juaristi-ABC

  • Las mayorías electorales muy holgadas son peligrosas si se interpretan mal

Como pertenezco a lo que los cristianos llaman Antigua Ley o Antiguo Testamento, que se conoce también como judaísmo y que dice detestar cierto esferoide antisemita llamado Miquel Iceta, ministro socialista achatado por los polos, voy a establecer con toda tranquilidad una analogía entre la ley del Talión y el caso Toni Cantó. Digamos, pues, que el caso Toni Cantó es, en comparación con los chiringuitos de Sánchez Pérez-Castejón, como diente de leche por ojo, pero que nadie se llame a engaño: no deja de ser un chiringuito.

Lo peor, con todo, no es que sea un chiringuito, sino que se ha defendido de manera estúpida. Aunque tiene razón Díaz Ayuso cuando dice que la lupa puesta de continuo sobre

su gestión no se pone sobre la de otros gobiernos autónomos, eso mismo debería haberla inclinado a la prudencia. Las mayorías sobradas son peligrosas si se interpretan mal. La mayoría madrileña está todavía con Ayuso, pero lo está por motivos muy diversos. No todos sus votantes simpatizan con el PP. Muchos madrileños de izquierda y de derecha la han votado porque estaban hartos de la corrupción socialcomunista, del despilfarro del Gobierno sanchista en metástasis ministeriales y en niñeras disfrazadas de asesoras. Ese voto del cabreo es el que se le puede volver en contra si la presidenta insiste en justificar, como sea y a la desesperada, la pifia cometida.

Tan evidente, que bastaría con pedirle a Díaz Ayuso que explique la finalidad de la dichosa Oficina y cuáles serán sus funciones, para apreciar las dimensiones del disparate. ¿Qué tiene que ver el Gobierno de la Comunidad de Madrid con la defensa del español? ¿Quién lo ataca en el ámbito de esta comunidad? ¿A qué se va a dedicar la Oficina? ¿A poner multas a quienes rotulen en catalán? ¿A promover la inmersión de los niños madrileños en el español de la Verbena de la Paloma, impidiendo que se les enseñe en el cantonés o el ecuatoriano de sus familias?

Toni Cantó no es un tipo que cayera especialmente mal a los votantes del PP cuando comenzó a intervenir en la campaña electoral junto a Díaz Ayuso. Pero, con el breve monólogo dramático en el que ha sostenido que la función para la que ésta le ha contratado resulta absolutamente necesaria, toda vez que la izquierda es hostil a España y al español, ha quedado como un aprovechategui, como decimos, medio en vasco medio en cheli, los de Bilbao (y Joaquín Leguina).

Desde el estado de excepción de marzo de 2021, aprobado por todos los partidos, a muchos nos ocurre lo de las pobres bestezuelas de la Granja Animal de Orwell, que, cuando observaban a sus nuevos amos, los cerdos comunistas, negociar con los capitalistas humanos, al final no lograban distinguir entre hombres y guarros. En fin, acuérdese la presidenta de aquella máxima de san Gregorio Magno, ‘corruptio optimi pessima’, y considere que ni siquiera la han votado por óptima, sino por mejor. O incluso, bastantes, como mal menor.