¡Oh, ah, eh!

EL MUNDO 25/05/17
ARCADI ESPADA

LA PUBLICACIÓN de un llamado «borrador secreto» de una ley de secesión ha causado gran alarma entre los demócratas, especialmente perceptible en los socialdemócratas. Es de gran interés simbólico que los alarmados hayan tenido que leer el texto para utilizar por vez primera expresiones de calibre como «golpe de Estado», «golpe a la democracia» y la que me maravilla de veras, esa de «autogolpe», cuyo sentido se me hace más oscuro, e incluso obscuro, a medida que la pienso. Un autogolpe es un fingimiento. Pero aquí no hay nada fingido, y menos que nada las víctimas: se trata de la derogación de la ley democrática contra los ciudadanos de un Estado sujeto a ella. Técnicamente, un golpe de Estado. Aunque lo extraño, insisto, es que hayan tenido que leer el texto para calificar el plan. Dijera lo que dijera, ese proyecto de ley es un golpe en sí mismo y como tal debe ser combatido y sus responsables castigados.

No sé qué esperaban encontrar los alarmados en el texto de un golpe de Estado. Estos días, para irme aclimatando, he leído algunos bandos militares. Recomiendo el que escribió el general Mola en Navarra. Es de gran calidad literaria y utilísimo para ejercitarse en el subjuntivo. Todos los bandos incluyen medidas como el control de la prensa o el sometimiento de los hechos de justicia a la justicia de los hechos. Así, por ejemplo, el del desagraciado Fermín Galán, tan lacónico: «Todo aquel que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado sin formación de causa». Y en esa línea excepcional se inscribe también el bando del Gobierno desleal de la Generalidad.

Ya que los alarmados, sin embargo, se han ocupado de leer deberían haber caído en la cuenta de algo importante. Y es que más allá de las formas expeditivas a que obliga el género, el texto, en el que habrá colaborado aquel ex miembro del Tribunal Constitucional, Carles Viver, al que el Gobierno aún no ha arrancado de la guerrera la medalla al Mérito Constitucional (y espero que no lo haga porque las huellas deben perdurar para que se sepa hasta dónde llegaron las aguas), no describe tanto una situación futura como presente. Si a algunos de los sublevados le preguntaran en confianza: «Cómo habéis podido hacer esto», su respuesta solo podría ser: «No nos ha costado lo más mínimo, porque es lo que hemos hecho siempre». Control de los medios, filtrado e intimidación de los jueces, prioridad de la lengua catalana, política falseada y discriminatoria de subvenciones, incumplimiento de sentencias firmes… ¡Hombre, hombre, alarmados! Estos versos se conocen perfectamente en Cataluña. Otra cosa es que ahora les hayan puesto música. Militar, por supuesto.