ABC 20/02/15
DAVID GISTAU
· «Todo el mundo tiene un plan –decía Tyson– hasta que le pegan la primera piña en la boca»
SÍ, ya he visto la fotografía en la que Pablo Iglesias posa para Vanity Fair con unos guantes de boxeo. Unos gastados, con el encanto de lo «retro», como unas guantillas de Everlast que tengo colgadas en la pared del despacho y que imitan aquellas con las que hacían saco los púgiles de la edad dorada del peso pesado. Los guantes de Iglesias son de cordones, raros de ver ya en los gimnasios, donde se entrena con guantes de velcro porque el entrenador no pierde tiempo anudando por turno a todos sus pupilos, ni los pupilos anudándose los unos a los otros.
Procedemos a deconstruir la actitud pugilística de Pablo Iglesias. A quien recomendamos el uso de bucal, por cierto, porque en el retrato no parece llevarlo y ello nos parece imprudente. Puede incluso morderse la lengua si le entra un «upper» peleando en la distancia corta, que sin duda es la suya, por peso y por actitud. La primera imperfección que detectamos es la guardia. Me puedo imaginar a Jero García reprochándole que la mano de atrás se le cae casi hasta el pecho, cuando debería estar junto al mentón. Es un defecto habitual en el principiante y en el púgil cansado, y a veces se acentúa al lanzar el «jab», sobre todo si se hace desde demasiado lejos y la inercia del golpe arrastra el cuerpo. Conviene corregirlo, porque una mano de atrás caída deja abierto un espacio muy peligroso por el que puede entrar el «crochet» de izquierda del rival, así como el «jab» de contra. La guardia más cerrada, Iglesias. Más armadita arriba, aunque nunca tanto como para impedir que los codos, ayudados por una ligera flexión del abdomen, sirvan para parar los ganchos abajo. En realidad, la mano caída de Pablo Iglesias tiene una función ajena al boxeo. No tapar el rostro en el posado. Permitirnos ver la expresión de trascendencia y ceño fruncido, de rigor intelectual, que es la misma que pone Iglesias cuando anuncia que salvará la patria. Cara de tener un plan. «Todo el mundo tiene un plan –decía Tyson– hasta que le pegan la primera piña en la boca». Poco durarán el plan y el ceño fruncido con una guardia tan abierta. Salvo que haga el «bending» como Nicolino Locche. El arte de la esquiva, muy hermoso de ver.