Francisco Rosell-El Debate
  • De cara a 2027, se configuraría un frente amplio de izquierdas, según los dictados del Grupo de Puebla, en pro de unos comicios plebiscitarios antesala de una legislatura constituyente donde cabría un referéndum por una República Plurinacional

Allende los siglos, Aristóteles aporta en su Política una clave para desenredar el nudo gordiano del enredijo español al modo del que su discípulo Alejandro Magno, espada en mano, desanudó para conquistar Asia. Para abolir la tiranía, Aristóteles señalaba que sólo cabía que «un clavo saque a otro clavo», por ser de gran eficacia «los malos para las obras malas». Bajo su prisma, es lo indicado contra el sátrapa que apoca a sus súbditos, siembra la cizaña y que sume en la impotencia a sus detractores. Sin duda, asistido por quienes lo quieren débil y extorsionable, el sanchismo subsiste por los recelos, impotencia y pusilanimidad rivales.

Por eso, por encima de aspavientos de sus sosias para encarecerle el alquiler o de que el moscardón Page siga «tocándome los cojones», Sánchez sólo desalojará la Presidencia en el caso de que sus compinches de «la banda del Peugeot» le ajusten cuestas con grabaciones comprometedoras contra los Kirchner de la Moncloa y no les quede otra a sus aliados Frankenstein que enviarles el capitoné de la mudanza. Como corolario de su degradación, a modo de justicia poética, el destino de Sánchez depende de la tropa con la que asaltó el PSOE y el Gobierno desvalijando el Estado y fracturando la nación tironeada por el separatismo filoetarra vasco y el golpismo catalán, junto a los restos del naufragio de «Pudimos». Ahí se encierra el dilema de esta España rea de ‘El último de la Banda del Peugeot’ que ni quiere ni puede irse para no perder sus privilegios para evitar el banquillo. No quiere mirarse en el espejo de la expresidenta argentina Cristina Kirchner en reclusión domiciliaria y con una pulsera en el tobillo.

Ahora bien, aunque la oposición lo ponga contra las cuerdas y sea un boxeador noqueado que se agarra a sus contrincantes para no perder su verticalidad, conviene no engañarse con lo acontecido el miércoles en el tablero simultáneo del hemiciclo de las Cortes y de los estudios de la Cope. En paralelo, sus sindicados y su mayor censor interno escenificaron cada uno en su estilo, pero con dureza inusitada en su actuación, la estrategia del tero, ese pájaro argentino que tan bien describe el poema de Martín Fierro: «De los males que sufrimos/ hablan mucho los puebleros,/ pero hacen como los teros/ para esconder sus niditos:/ en un lao pegan los gritos / y en otro tienen los güevos».

No en vano, en una semana, el gran Rufián de la política española deambuló de recriminar a Sánchez que no atacara con todo su armamento a quienes sacaban los trapos sucios de su edecán Santos Cerdán, hoy expulsado, porque «estamos en guerra, y en la guerra no se canjean soldados» a acusar al jefe del Ejecutivo de perseguir el agiotaje únicamente cuando la UCO destapa un pastel que no puede ser cosa de tres lobos solitarios —sus mosqueteros Ábalos, Koldo y Cerdán— arrullados por un virginal cordero. Claro que, tras el rifirrafe, el «Tartufo» Rufián acudía mansueto a la Moncloa, tras declarar que se lo pensaría. Era mucha su pesadumbre al enterarse de que la izquierda también roba cuando lo hace a manos llenas e indulta a sus ladrones, bien en Consejo de Ministros (malversadores catalanes), bien en «Casa Pumpido» (rapiñadores de los ERE andaluces).

Pero, si ello está en la naturaleza falsaría de este epítome de la Alianza Frankenstein, no le fue a la zaga Page tras poner de limpio —con Carlos Herrera— a Sánchez para luego renunciar a cruzar el Tajo y sentarse a ver pasar el cadáver político del Ufano de la Moncloa. No está por pagarle con la misma moneda a aquel que rompió la disciplina de voto para no abstenerse en la investidura de Rajoy y auspició una rebelión tras engañar a Felipe González al que le pidió que escribiera un artículo en El País que le ayudara a transitar del «no» a la abstención.

Nada nuevo bajo el sol. Ya acaeció con el «Estatut» catalán en el que José Bono dejó compuestos y sin capitán a los diputados rebeldes contra aquel articulado que contravenía la Carta Magna al ambicionar ser una Constitución, y con «las obscenidades de la amnistía y de la rebaja de la malversación». El barón socialista prefiere quedarse guardando el «solar socialdemócrata» con la luz de emergencia encendida «para que el apagón no sea definitivo y conservar el sitio» a donde deberá retornar el PSOE cuando se evapore el sanchismo. Empero, dominado por Sánchez y sus peones hasta los tuétanos, la septicemia sanchista se extiende por España desde Navarra (María Chivite) a Andalucía (María Jesús Montero) con la excepción, debido a la enemiga de la ejecutiva federal, de la ínsula Barataria de «Sancho» Page.

Sin embargo, su proceder se compadece poco con su diagnóstico de que el PSOE registra «el momento más grave de credibilidad de su historia reciente» y de que España se halla en «un laberinto sin salida digna» en que los asuntos que más azoran a Sánchez «no están en los periódicos» con ministros grabando a quien «no dimite o no convoca elecciones por no estar en condiciones de ser candidato». A juicio de Page, quien apechuga con el cargo de conciencia de haberle apoyado en las primeras primarias tras la espantada de Susana Díaz por exigir competir bajo palio, Sánchez es un muerto viviente, cuyo principio del final fue su fingida epístola amorosa a su mujer al ser imputada y cuyo rescate de sí mismo tras su retiro de cinco días se ha vuelto contra él como un bumerán cargado con los cuchillos afilados de sus compinches.

En este brete, nadie desdeñe que, si la pervivencia de Sánchez se hace inasumible para sus sosias, se abra paso su sucesión bajo el patrón de Cristina Fernández de Kirchner con Alberto Fernández en el peronismo, si bien sin él de vicepresidente como se obró en aquellos pagos, al no fiarse la una del otro. Bajo esa hipótesis, sin Sánchez en la Moncloa, pero con alguien fiel sustituyéndole como garantía de impunidad, se completaría la agenda judicial sanchista con un aspirante socialista —a Bolaños se le alegran las pajarillas— de la anuencia de sus aliados. Ello despejaría las nubes de la corrupción y permitiría afrontar, a dos años vista, unas elecciones con cielo despejado cambiándolo todo, según el axioma gatopardiano, para que todo siga igual, esto es el mismo Pedro con distinto collar. De cara a 2027, se configuraría un frente amplio de izquierdas, según los dictados del Grupo de Puebla, en pro de unos comicios plebiscitarios antesala de una legislatura constituyente donde cabría un referéndum por una República Plurinacional. Ojo, pues, al parche. No se distraiga la oposición con el tero y se quede como el pato patagónico: Una pisada, una cagada; otra pisada, otra cagada.