Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
El control de la inflación es un asunto tan importante como complejo. La estabilidad de precios es la base necesaria para mantener sobre ella un política monetaria laxa, con unos tipos de interés reducidos que no atosiguen a la actividad y permitan un crecimiento razonable. La situación actual plantea serias dudas. Por un lado es evidente que la inflación ha aflojado sensiblemente desde las alturas que alcanzó tras la pandemia y el inicio de la guerra en Ucrania. La consiguiente elevación de los precios de la energía se difundió por toda la economía y causó grandes destrozos, forzó un repunte de los precios al consumo y afectó a los márgenes empresariales. Desde entonces la situación ha mejorado mucho, pero no lo suficiente. La inflación, tanto la general como la subyacente, han invertido su curva de descenso y apuntan, de momento con timidez, otra vez hacia arriba. Y justo sucede cuando el BCE ha iniciado la senda de rebaja de los tipos de interés. Una decisión cuya continuidad en el tiempo tendrá que repensar con cuidado a la vista de como evolucionen los acontecimientos.
Además, y antes que a los tipos, la inflación impacta en las compras de los ciudadanos y, a falta de nuevas ideas, obliga al Gobierno a decretar un alivio fiscal en el IVA que es la figura impositiva clave en este tema. La idea es siempre bien recibida por la ciudadanía. Lo malo es que nos cuesta unos mil millones de euros. Un Gobierno progresista y de progreso (?) como el actual -y no se crea, que todos los demás hacen lo mismo o parecido- no se siente capaz de soportar la tensión social que crea una cesta de la compra enardecida y prefiere que sufra el déficit público, que ni se queja ni vota en las elecciones. La cosa no pinta bien para los próximos meses. El enloquecimiento del turismo va a seguir presionando al IPC en el precio de los paquetes de viajes, los hoteles, los restaurantes y todos los servicios relacionados con la afluencia de turistas que va a ser terrible. Terrible en tamaño y molestias generadas, porque el aluvión de rentas generadas en el extranjero que nos llega será un maná para la economía en general y contribuirá decisivamente a compensar la pérdida de ingresos que provoca la reducción del IVA.
De momento, el diferencial de inflación con nuestros principales competidores no deja de crecer con el consiguiente perjuicio para nuestras exportaciones. Así que ya veremos, pero yo no me haría muchas ilusiones con un abaratamiento de las hipotecas que tenemos contratadas.