Santiago González, EL MUNDO, 29/10/12
Ha pasado mes y medio desde la manifestación que Artur Mas invoca como fuente de toda legitimidad, a pesar de que él no quiso asistir. Seis semanas después ha hablado Mariano Rajoy y lo ha hecho bien, más vale tarde: «Cumpliré la Ley porque es mi obligación como presidente y como demócrata (…) al defender la Ley defiendo las libertades de los catalanes y la seguridad y estabilidad de Cataluña. Eso es lo que se hace al defender la Ley». Puro Montesquieu. Ésas son las palabras que los ciudadanos tienen derecho a escuchar de un gobernante.
A lo largo de este mes y medio me ha sorprendido alguna gente que sostenía respecto a Mas la cláusula López: legalizar a los batasunos «para no alimentar su victimismo». La paranoia y el victimismo no necesitan persecuciones ni victimarios: se bastan a sí mismos para alimentar su delirio. Con el silencio de Rajoy, los nacionalistas catalanes aplaudían la semana pasada la carta de los cuatro que sienten el vuelo rasante de los F-18 en el interior de sus cabezas, una maniobra del Gobierno para acojonar a los indómitos nacionalistas autóctonos.
Los nacionalistas recorrerán el camino a la independencia, salvo que topen con la Ley, por la misma razón que el PNV apuró el plan Ibarretxe sin percibir que plan con plan, comida de tontos. Lo discutían dos empresarios vascos en los vestuarios del Club Deportivo de Bilbao. «Lo del lehendakari es una locura. ¡No se puede hacer!». A lo que su interlocutor respondió: «¿Y si se puede?».
Los dirigentes de CiU creen que se puede y la actitud pasiva del Gobierno de España les reafirmaba en su creencia. Fíjense en Duran Lleida, el prototipo del seny, pasando a encarnar la rauxa sin despeinarse: «Queremos rescatar a Cataluña del menosprecio de un Estado que nos ahoga social y económicamente». A mí me ha recordado el anuncio de servicios bancarios en el que una quejumbrosa voz femenina lamentaba con un punto de histeria el amontonamiento de facturas: «La hipoteca, el coche, las vacaciones, ¡y esas malditas tarjetas de crédito que nos están ahogando!».
El presidente del Gobierno ha reaccionado y no sólo de palabra: ha puesto en marcha una célula de crisis para ver qué medidas legales se adoptan en función de las circunstancias. Es una medida razonable. Estaría bien que el principal partido de la oposición, no sabemos por cuánto tiempo tal como va, se aclarase un poquito.
Ayer, mientras Griñán decía que la soberanía nacional no es fragmentable, su homólogo catalán, Pere Navarro, aprobaba con el PSC el derecho a decidir de Cataluña, sin que el secretario general acierte a decir ni mú. Si no lo hace en defensa de los valores constitucionales, que lo haga para conjurar en lo posible el hundimiento. No parece muy arriesgado pronosticar que el 25-N el PSC va a arrastrar al PSOE en su cuarto descalabro consecutivo: autonómicas 2010, municipales 2011, legislativas 2011 y ahora unas nuevas autonómicas a las que ha llevado a Cataluña la mala gestión y la irresponsabilidad de Mas. Es una lástima, pero parece inexorable.
Santiago González, EL MUNDO, 29/10/12