ABC 02/06/17
IGNACIO CAMACHO
· El sustituto de Moix va a tener que entrar en la Fiscalía vestido, en vez de con toga, con chaleco antibalas y casco
PARA la izquierda española, autoconvencida de su superioridad moral, los gobiernos de la derecha representan una especie de anomalía histórica. Desde su convicción de estar en el lado correcto de la vida, en sus largas etapas de poder ha copado puestos claves de la Administración con criterios de afinidad política e ideológica. Ha practicado el entrismo sin complejos en la justicia, la educación, la televisión o los cuerpos de seguridad, construyendo trincheras corporativas defendidas en primera línea por los sindicatos. Ha creado una mentalidad, un paradigma de opinión, que tiende a considerar al PP, por más que gane las elecciones, como un ilegítimo intruso, un okupa del Estado. Y a los okupas, salvo que sean de Podemos, hay que desalojarlos.
Ese concepto de propiedad dinástica es imprescindible para explicar las razones de fondo de la caída del fiscal Moix. El detonante inmediato ha sido una ocultación patrimonial inaceptable, aliada con un estilo desmañado y una gestión inhábil. Pero la rebelión interna de la Fiscalía Anticorrupción no la ha provocado tanto la torpeza de su nuevo jefe como sus intenciones de dirigir un órgano jerarquizado en el que la jerarquía se había vuelto frágil. Moix recibió el encargo de poner orden y entró con la delicadeza de un paquidermo, desatando un acoso gremial, político y mediático que en pocas semanas ha logrado quitarlo de en medio. El espectáculo de presión combinada, en el que no han faltado hasta fiscales twitteros, ha constituido un memorable boicot orgánico, una batida de caza en la que el autodenominado sector progresista ha usado armas de todo calibre y tamaño. El reguero de filtraciones ha corrido como gasolina escapada de un depósito averiado.
Moix no tenía solidez para resistir tanto empuje combinado. Entró con mal pie y fama de recomendado, manejó con criterio destemplado investigaciones muy sensibles y no consideró importante informar de cierta propiedad en Panamá muy poco compatible con su cargo. A los enemigos no se les puede dejar descubiertos tantos flancos; aunque sus superiores hicieron amago de ampararlo, tras el asuntillo panameño se quedó sin defensores dispuestos a quemarse por él las manos. Cuando Rajoy dice que estas cosas le parecen «chismes» hay que mirarle el pulgar hacia abajo. Desde que se quedó en minoría, el marianismo no para de tropezar con sus propios muebles y acaba tirando por la ventana los que le estorban demasiado.
Pero este pulso lo ha perdido el Gobierno, como perdió el de la declaración presidencial en el juzgado. Tiene un problema con los ropones porque dejó la reforma de la justicia en el cajón de los expedientes ingratos. Fiscales, jueces y policías judiciales cultivan literatura jurídica creativa como quien practica ejercicios de tiro al blanco. El sustituto de Moix va a tener que entrar vestido, en vez de con toga, con chaleco antibalas y casco.