Eduardo Uriarte-Editores
Tenemos un rey constitucional y otro absoluto. El primero responde al linaje liberal, por ende, republicano, pues hasta reclama a los nacionalistas catalanes, cual Cicerón, vivir sujetos a la ley -discurso que les disgustó mucho-. Y el otro, que de liberal y republicano muy poco, proclive a la inconstitucionalidad, profuso ejecutor del real decreto ley, libertador de sediciosos, demoledor del estado de derecho, caprichoso como toda majestad del Antiguo Régimen, apoyado en un gabinete ministerial compuesto por la orden de adoratrices, sor Rata, sor Víbora, sor… (las chicas de Pedro), y por zombis antisistema. Es decir, el otro es un rey absoluto, que intenta en los actos protocolarios ser el único rey en lugar del rey constitucional.
El Sahara por una foto. Al fin la consiguió, en un marco, el de la conferencia de la OTAN previsto por Rajoy, éxito de organización -aunque de nuevo con la bandera al revés-. No queda claro lo de Ceuta y Melilla, puede ser que si o que no, pues los americanos desde tiempo atrás, apoyan de manera descarada a Marruecos. Pero, como hubiera hecho Franco, al que indignamente nuestro rey absoluto le sacó de su faraónico mausoleo, ampliamos su presencia militar en Rota, lo que no está mal, y nos comprometemos a incrementar nuestro escuálido presupuesto militar.
Y tras el éxito se va a la Sexta, critica a la derecha, para acabar pidiendo su apoyo, que se lo darán pues en el fondo es la única política de Estado que ha hecho, aunque les haya dejado fuera de la conferencia sin una invitación siquiera de gallinero. Sus aliados, como es una política de Estado, cuando le apoyan precisamente para que lo destruya, no lo van a votar afirmativamente en el Congreso. Por lo que los compromisos de Sánchez, en una conferencia de la OTAN, que ha sido un éxito, acabará siendo tal porque le apoya esa destructiva y poco patriótica derecha. Increíble pero cierto.
Para que las cosas queden claras (si es posible), en la misma fecha de la exitosa conferencia de la OTAN el sanchismo pactaba con Bildu la Ley de Memoria Democrática (precisamente con los que cazaban a los demócratas como conejos). En ella los otrora jaleadores del asesinato incluyen, para anular la existencia del Memorial de Víctimas del terrorismo en Vitoria, la cesión del Palacio donostiarra de La Cumbre -donde Lasa y Zabala fueron torturados en 1983- al Ayuntamiento y convertir en centro de memoria el fuerte de San Cristóbal de Pamplona, que fue prisión para republicanos, mucho de ellos fusilados, tras el alzamiento del ejército rebelde.
Interesante la conversión del fuerte San Cristóbal como centro de memoria pues si se investiga un poco se descubrirá que pocos nacionalistas pasaron por allí. Por el contrario, sí muchos socialistas, comunistas y cenetistas, pues los del PNV navarro desde el primer día, no hay que ocultar que padecieran presión, se declararon a favor del Glorioso Movimiento Nacional. Las cosas no las tenían del todo claras, como lo siguieron demostrando en su pacto con los fascistas italianos para rendirse en Santoña, o con el acercamiento a los nazis tras la ocupación francesa y la sospechosa presencia del lehendakari Aguirre en el Berlín de Hitler antes de exiliarse en América.
De esta manera esta ley, como escribe Ignacio Camacho en ABC, “al extender hasta finales de 1983 la investigación memorial de los crímenes de la dictadura, con el único objetivo de complacer a Bildu, el Partido Socialista ha pasado a considerar al Gobierno de Felipe González –al menos al primero de ellos– como una prolongación del franquismo”, legitimando el discurso terrorista – y de Podemos- sobre la naturaleza franquista de la falsa democracia española, y una cierta justificación del terrorismo de ETA porque al fin y al cabo las cosas no habían cambiado.
A lo dicho, quizás la Conferencia de la OTAN haya sido un éxito, pero en el seno de una política española incoherente e, incluso, esperpéntica. Que acabe pronto, antes que la inflación, a la que es incapaz de paliar, nos ponga a todos en la calle.