ALBERTO AYALA, EL CORREO 26/12/13
· La sociedad vasca tiene claro que la izquierda abertzale no piensa abjurar del pasado, pero se lo debe seguir pidiendo.
Jesús Eguiguren, presidente del PSE-EE, es un político de vuelta. Por su propia trayectoria vital y por decisión personal hace ya tiempo que ejerce de ‘verso suelto’. Ello le convierte en uno de los contados representantes de la cosa pública a los que conviene escuchar, siquiera porque entona una melodía diferente. Porque dice mucho de lo que piensa y bastante menos de lo que mandan esos ‘argumentarios’ que los ‘aparatos’ de los partidos distribuyen entre los suyos con los mensajes que toca lanzar.
El político guipuzcoano aseguraba esta misma semana en estas páginas que él no quiere que «haya un relato oficial de lo que ha pasado en Euskadi». Que es «más partidario de olvidar que de recordar». Y que, a su juicio, lo que toca es «hablar menos del pasado y bastante más del futuro».
Querencias personales al margen, lo cierto es que a estas alturas de la película no parece que sean muchos los ciudadanos vascos que aún confían en que vaya a haber una verdad oficial de la enorme tragedia que ha vivido Euskadi en las últimas décadas, y que ha salpicado al resto de España. Habrá tantos relatos como vivencias personales y familiares, y gran parte de ellos condicionados por las convicciones políticas de cada uno.
Dos años y pico después del definitivo adiós a las armas por parte de ETA, es evidente que la sociedad vasca tiene prisa por dejar atrás la pesadilla y construir un futuro en paz. Que prefiere, no sé si olvidar, pero sí desde luego hablar y pensar más en el hoy y en el mañana, que en el ayer.
El diagnóstico es tan obvio que apenas nadie lo pone en cuestión. También para la política. Nada extraño, pues, el inmovilismo que se detecta tanto en los restos de la organización terrorista –fundamentalmente en algunos de sus históricos– como en la izquierda abertzale. Ésta ya tuvo que tragar con la legislación española para conseguir la legalización de Sortu y evitar la derrota completa del movimiento y no está dispuesta a más. Líderes tan significados como Pernando Barrena o Hasier Arraiz lo han dejado claro por activa y por pasiva, que nadie espere que abjuren del pasado.
Esta es la realidad sobre la que habrá que construir el futuro. Las fuerzas democráticas están obligadas a no levantar el pie del acelerador y mantener el nivel de exigencia a los herederos de la antigua Batasuna. Primero para abortar el mínimo riesgo de involución, si es que llegara a darse el improbable supuesto. Pero, sobre todo, para que la mayoría de esos relatos plurales que recordarán lo vivido en el futuro contengan más de memoria que de olvido.
Una vez más me temo que también en este asunto lo óptimo, lo deseable, es enemigo de lo posible.
ALBERTO AYALA, EL CORREO 26/12/13