Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 12/9/12
Los ataques de Nueva York y Washington cambiaron la actitud de los gobiernos frente a los terrorismos
El undécimo aniversario de los atentados del 11-S ha sido la ocasión aprovechada por National Geographic para difundir un recomendable documental sobre la impostora Alicia Esteve, la barcelonesa que se hizo pasar por víctima de los sucesos de las Torres Gemelas y llegó a presidir la asociación de afectados. La identidad real de quien se hacía pasar por Tania Head fue descubierta hace cinco años por la periodista de La Vanguardia Marta Forn. El terrorismo que provocó aquellos atentados, el de Al Qaeda, sigue vivo, aunque su líder, Bin Laden, murió hace año y medio en un ataque de tropas norteamericanas que no habían dejado de perseguirlo durante una década. Otros terrorismos, en cambio, han desaparecido en este tiempo, como es el caso del IRA (aunque vivan sus escisiones) y más recientemente el de ETA.
Los ataques de Nueva York y Washington del 2001 provocaron cambios sustanciales en la actitud de los gobiernos frente a todos los terrorismos, no sólo frente a la amenaza de la violencia islamista. Como dijo el entonces canciller alemán Gerhard Schröder, problemas como los de ETA o el IRA habían sido vistos como asuntos locales y no como un problema de la comunidad internacional. En cambio, a partir del 11-S todos los terrorismos pasaron a ser un problema internacional por lo que aumentó la implicación de los países en su combate.
Las FARC, por ejemplo, que en aquella época tenían abiertas las puertas de muchas cancillerías, se encontraron incluidas pocos meses después del 11-S en las listas europeas de grupos terroristas y con ello se les cerraron la mayoría de esas puertas. El IRA se dio cuenta enseguida de lo que suponían los atentados de Nueva York y de inmediato movió ficha anunciando la destrucción del primer lote de armamento.
Los etarras también se dieron cuenta de que las cosas iban a cambiar a partir de aquel momento. En el aparato militar de la banda elaboraron un documento pocas semanas después del 11-S que refleja que no ignoraban lo que iba a pasar, pero no fueron capaces de reaccionar. Quizás porque en otoño del 2001 estaban todavía crecidos por la ofensiva terrorista que venían desarrollando desde el año anterior y siguieron actuando como siempre, despreciando las advertencias que figuraban en ese documento.
Las instituciones comunitarias y los gobiernos europeos desarrollaron nuevos instrumentos jurídicos, pero sobre todo intensificaron la cooperación policial y de intercambio de información, incrementando la eficacia en la persecución de grupos como ETA. A partir del 2001, ETA fue perdiendo capacidad hasta terminar acorralada y verse obligada a anunciar la renuncia a la violencia, algo que nunca antes había contemplado. Las consecuencias del 11-S ayudaron en ese camino, aunque el mérito principal corresponda a los cuerpos de seguridad de España y Francia.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 12/9/12