Los fondos Next Generation europeos se presentaron como la solución a todos nuestros problemas, el bálsamo de Fierabrás que curaría nuestras heridas y el maná que calmaría nuestras necesidades. No es para menos. 70.000 millones de euros de subvención y otro tanto de créditos blandos. Pero no es exactamente así. No es ‘gratis total’, pues los fondos se nutrirán de la deuda que emitirá al respecto la Unión Europea, en una especie de mutualización encubierta, y que se devolverán a través de un aumento de nuestra contribución al presupuesto del club.
Pero nada de eso importa, porque todo eso sucederá después de las elecciones y todo lo que se encuentra por detrás de ellas no existe o está tan lejos que no lo vislumbra ni la óptica precisa del James Webb. Pedro Sánchez se vanaglorió en su momento del éxito que suponía la consecución de semejante montaña de dinero. Hizo bien. Pero eso ya se lo aplaudimos. Sus colegas del Consejo de Ministros, con el estruendo con que se reciben en el Bernabéu los goles de Benzema; y los demás, de manera más sosegada.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo y no hay manera de conocer el estado de la cuestión. Nos señalan, con el mismo estruendo inicial, los dineros que nos conceden, pero nadie sabe los dineros que han llegado de verdad a sus destinatarios finales. El laberinto administrativo por el que deben transitar se ha convertido en un embudo y la acumulación de esferas administrativas que jalonan el camino no hace más que emborronarlo todo. El Gobierno insiste en que todo se encuentra bajo control, pero hay muchas preguntas que inquietan al carecer de respuesta: ¿Por qué no hay cifras concretas de los dineros recibidos/entregados/invertidos? Si todo va tan bien, ¿por qué ha dimitido la responsable del laberinto, por qué no funciona el sistema Coffee?
Y al final, la gran pregunta: ¿En qué se ha empleado el dinero recibido y entregado, cuántas inversiones ha inducido, cuántos empleos creados, cuánta tecnología disruptiva ha sido aplicada? La ausencia de transparencia crea suspicacias y desánimo. No tiene sentido que se oculten datos y se escondan informaciones tan relevantes. Si los fondos europeos son tan importantes -y lo son-, es responsabilidad del Gobierno informar sobre su concesión y sobre los resultados obtenidos. Una gran parte de ellos tardará en llegar, pues son procesos de inversión complejos, con resultados posteriores, pero hay muchos datos que deberían publicarse. ¿Por qué no lo están? Demasiada opacidad, demasiadas dudas.