«El destino reparte las cartas y es el hombre el que las juega», dice el conocido aforismo. Pero no es el destino el que nos ha traído hasta aquí. Si así fuera, cabría afrontar este momento con la resignación de quien se encuentra ante un imponderable, y no es el caso. Ha sido la voluntad de los españoles, libremente expresada en las urnas, la que nos ha puesto en este escenario. Y somos los partidos los que debemos salir ahora a desempeñar el papel que exigen de nosotros los españoles. En cierto modo, ellos han repartido las cartas y ahora nos toca a nosotros, a los políticos, jugar la partida.
El presidente Mariano Rajoy ha tendido la mano a las fuerzas constitucionalistas PSOE y Ciudadanos, que son aquéllas con las que el acuerdo no sólo es posible o deseable sino también necesario. Basta escuchar al presidente del Gobierno en funciones para comprobar que no va a escatimar energías en tratar de alcanzar ese gran acuerdo. Ojalá el secretario general del PSOE termine por ver que eso es lo que reclaman los españoles.
Coincido con Albert Rivera en que podemos situar a España en una «crisis institucional sin precedentes» si abocamos al país a unas terceras elecciones. En cierto modo, esa crisis ya está aquí y lo que podría ocurrir sería que se agravara. Pero, como en toda dificultad, si somos audaces podemos convertir la adversidad en una gran oportunidad, en una oportunidad histórica.
Tenemos ante nosotros la posibilidad de formar el Gobierno con mayor respaldo social jamás logrado. PP, PSOE y Ciudadanos sumamos casi 16,5 millones de votos en las elecciones generales del 26-J, casi el 70% de quienes acudieron a las urnas optaron por una de estas tres fuerzas. ¿Por qué es imposible un gran acuerdo?
El Parlamento, sede de la soberanía popular, representa a todos los españoles. Lo que ahora tenemos delante de nosotros es la ocasión de conseguir que la inmensa mayoría de nuestros compatriotas pueda reconocerse también en la acción del Ejecutivo.
Nadie está en posesión de la verdad. Los dirigentes políticos adoptamos decisiones y, aunque siempre pensemos que son las mejores posibles, hay veces en las que éstas resultan acertadas y otras en las que son equivocadas. El error forma parte de la imperfecta condición humana, pero aunque sea inevitable equivocarse debemos saber reconocer nuestros fallos y estar dispuestos a hacer todo lo posible para corregirlos. No es más inteligente el que no yerra sino el que sabe aprender de sus errores.
He escuchado estas semanas decir a algunos dirigentes políticos que los españoles nos han hecho el encargo de que nos entendamos. Yo iría un paso más allá e interpretaría ese mandato de las urnas incluso como un deseo: los españoles quieren, anhelan, que sus representantes legítimamente elegidos se pongan de acuerdo dejando a un lado las siglas y los colores.
Esto que hace muy poco tiempo parecía impensable está ahora al alcance de nuestra mano. El «plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización», que es como el Diccionario define en su primera acepción la palabra utopía, es ahora factible. Llevarlo a cabo es sólo cuestión de voluntad política y personal.
Nuestro país necesita adoptar decisiones importantes y acuciantes como establecer el techo de gasto o elaborar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2017. No olvidemos que hace ahora un año, en vísperas de la campaña electoral para las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, el PSOE criticó con mucha dureza al Gobierno de Mariano Rajoy por cumplir con su obligación: elaborar los Presupuestos para este año 2016.
El 3 de agosto de 2015, hace hoy un año y un día, el PSOE censuró en el Congreso de los Diputados que el Gobierno del PP elaborara los Presupuestos de este año, acusando incluso a Rajoy de tener un plan que respondía «a los intereses del PP y no a los intereses de España». Supongo que los que entonces criticaban esa medida sabrán reconocer ahora, aunque sea en voz baja y en la intimidad, el acierto de aquella decisión. Porque, ¿qué habría pasado si, atendiendo a las críticas del PSOE, el Gobierno hubiera dejado en el aire los Presupuestos para este año a la espera de que se celebrasen las elecciones generales de diciembre pasado? A estas alturas, en este escenario de incertidumbre y con un Gobierno que lleva en funciones casi ocho meses, nadie duda que aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2016 fue una decisión previsora y acertada.
De nada sirve encastillarse en los posicionamientos ideológicos, en el «no es no» y en el «¿qué parte del no no ha entendido?». Hay que abrir las miras y las mentes porque todo en la vida es susceptible de ser mejorado, pero también todo puede ir a peor. La mano tendida del presidente Mariano Rajoy a Pedro Sánchez y a Albert Rivera encierra la disposición a hablar de todo, a negociar sobre todo, a llegar a acuerdos en cualquier materia por el bien de España y de los españoles.
Nada nos enriquecería más que un Gobierno presidido por Mariano Rajoy con la presencia o el respaldo de PSOE y C’s, nada nos otorgaría mayor prestigio fuera de nuestras fronteras, nada aumentaría más la confianza de los inversores en nuestro país, nada nos acercaría más a los españoles de a pie, a los que madrugan todos los días para trabajar o a los que lo hacen para buscar trabajo y que se sienten desencantados con la política.
Claro que hemos cometido errores, claro que hemos dado razones a nuestros compatriotas para que se sientan desengañados de la política. En el PP somos conscientes de ello y, por eso, dar ejemplo en nuestro trabajo diario con honradez y honestidad se ha convertido en una prioridad para nosotros. Estoy convencido de que un gran acuerdo de estos tres grandes partidos que hemos recibido el apoyo de casi el 70% de los votantes españoles supondría un gran paso para esa reconciliación necesaria entre la política y la calle. Nuestro partido, como el PSOE y como Ciudadanos, está lleno de gente trabajadora que sólo piensa en construir una España mejor para legársela a nuestros hijos.
UNO PUEDE pensar legítimamente que sus ideas son las mejores, que sus propuestas son las más apropiadas, originales y acertadas, pero llegado el momento, sometidos los programas electorales al juicio de las urnas, debe tener la clarividencia, la humildad e incluso la honestidad suficientes para entender que hay situaciones en la vida que te obligan a ceder.
No hay razones objetivas para despachar sin más con un nuevo no este momento, para desaprovechar esta gran oportunidad que tenemos ante nosotros. Cualquier motivo para dar la espalda a un gran acuerdo será subjetivo y, por tanto, sujeto a intereses estrictamente personales y partidarios.
Es el momento de salir de las trincheras ideológicas, de abandonar la soberbia y hacer un esfuerzo soberbio por despojarnos de prejuicios, es el momento de abrir las ventanas y dejarse contagiar por las ideas y las propuestas positivas de los demás, que las hay. Las grandes fuerzas constitucionalistas estamos de acuerdo en lo principal, tengamos altura de miras. Ninguno de nosotros quiere el mal para España y sería absurdo pensar lo contrario.
Esta encrucijada tiene un camino inexplorado. Tomémoslo, adentrémonos en él y avancemos juntos. Cada uno de nosotros deberá renunciar a algo y admitir que también hay buenas ideas y propuestas en nuestros adversarios. Es la hora de sumar y de compartir. Estoy convencido de que si lo hacemos, al final de ese camino, dentro de unos años, podremos mirarnos de frente al espejo y decirnos que el esfuerzo mereció la pena.