Uno se levanta esperando ver qué nueva barbaridad guerracivilista depara el nuevo día. Igual el parlamento navarro aprueba que la monarquía española «está ligada a la corrupción sistemática y los valores patriarcales», reivindicando a la malhadada república con los votos del PSOE, que al Fiscal General del Estado nombrado por Sánchez le suda un pie que los fiscales del procés y la principal asociación de jueces digan que la ley de amnistía es un «auténtico atropello institucional».
Son cositas como éstas: Sánchez amenaza al PP con reformar la norma de elección de los miembros del CGPJ, Sánchez amenaza con una ley para silenciar a los medios –digitales, insiste mucho– que según él son creadores de bulos, la ministra Montero promete un pastizal para contentar a los separatistas catalanes de ERC intentando con eso persuadirlos para que apoyen la investidura de Illa. Cada día es un paso más hacia lo terrible, lo por desgracia ya vivido, un avance hacia el enfrentamiento civil, el hartazgo ante tanta canallería, tanta injusticia, tanto latrocinio, tanta descomposición. Eso es este gobierno y eso son sus socios, que jamás hubieran creído lo que Pedro Sánchez y los socialistas les están dando.
No hay sector que no se haya visto parasitado por esta plaga de Egipto que arrasa allí donde va. Les da igual los españoles, la democracia y la decencia. Siempre habrá un avión con los motores encendidos, maletas disponibles y una República Dominicana donde vivir felizmente. Así piensan los pirómanos que, no lo olvidemos, tienen a muchos españoles intoxicados por los miedos y odios atávicos acerca de la derechona, el fascismo y Franco. Creen que el PP es la reencarnación de Falange y en VOX todos sus militantes tienen una foto de Hitler en la mesilla de noche.
Hace falta más que un discurso brillante en sede parlamentaria o ganar elecciones sin apretar al máximo el acelerador. No es momento de tibiezas
Pero digamos toda la verdad: la oposición actúa como un bombero que pretendiese apagar un incendio sin manguera, a base de soplar, agitar una revista o rezar a San Antonio. Es la oposición más ineficaz en el momento más terrible. Empezando por Von der Leyden, que piensa pactar con los socialistas en la cámara europea. Antes lo socialistas que la extrema derecha, dice. O los Republicanos franceses, que han expulsado a su líder por querer pactar con Le Pen. ¡Cualquier cosa menos esos peligrosos partidos que hablan sin complejos de la lacra que supone la inmigración ilegal y las consecuencias en materia de delincuencia que supone! ¡No hay que acercarse a esos que sostienen que hay que dejar en mínimos al gasto político, quitar subvenciones a chiringuitos, bajar impuestos, acabar con la dictadura woke y poner en pie a una Europa decadente y arruinada! Y si eso es válido a nivel europeo, imagínense en España, donde el PP sigue empecinado en enfrentarse a Sánchez como si estuviéramos en los años noventa, sin entender que ni el presidente de ahora es Felipe ni su partido es el PSOE de entonces.
Para extirpar ese cáncer, que esta a un minuto de apoderarse de todos los recursos de nuestra democracia y dar un golpe de estado dentro del mismo estado, hace falta más que un discurso brillante en sede parlamentaria o ganar elecciones sin apretar al máximo el acelerador. No es momento de tibiezas. El bombero debe emplear una manguera cargada de agua potentísima con la que apagar el incendio de la zurdería y pedir ayuda a otros bomberos que estén por la labor. Con las llamas no se pacta. O se las combate hasta su extinción o más vale prepararse para morir devorado por ellas.