TONIA ETXARRI-EL CORREO

No cabe otra percepción de las cosas que el estado del pesimismo contenido, a medida que vamos conociendo los datos de la inestabilidad económica ¿Preocupados? Claro. La cuestión estriba en encontrar el punto de equilibrio entre el optimismo frívolo y el miedo paralizante. No son las transferencias pendientes, precisamente, lo que quita el sueño a los ciudadanos en puertas del otoño más incierto que nos aguarda. Son las consecuencias de la inflación desbocada, la deuda, el aumento constante de los precios, el desempleo, la crisis energética provocada por la venganza de Putin cerrando su gas como reacción a las sanciones europeas. La lista parece no tener fin. Podemos entretenernos con el informe de la ONU dictaminando que España violó los derechos políticos de ex líderes del ‘procés’ al suspenderles de sus funciones públicas antes de que fueran condenados. Pero si Tezanos lanza su CIS a la calle se encontrará con la honda preocupación ciudadana ante la delicada situación económica.

Pero que nadie nos estropee la ‘rentrée’, dicen los que salen de casa sin paraguas en pleno aguacero. Que los optimistas bien informados (es decir, los pesimistas) están empeñados en dar la brasa y son unos cenizos. Tan poco patriotas. Claro que, para no enturbiar la fiesta, siempre se puede recurrir al optimismo de Pedro Sánchez (más cercano a la autocomplacencia) cuando nos dijo que él había cumplido con su promesa de que el recibo de la luz de 2021 fuera similar al de 2018 «descontando la inflación». Pero eso es hacerse trampas al solitario.

El próximo martes veremos el ‘cuerpo a cuerpo’ entre Sánchez y Feijóo en el Senado. Un careo que solicitó el líder popular y al que acudirá el presidente del Gobierno sobrado por su reciente protagonismo en la Unión Europea. El canciller Scholz, tan necesitado de buscar alternativas al gas ruso, le apoya en el gasoducto Midcat y el mismo ministro francés de Economía que puso a España como mal ejemplo europeo de la lucha contra la inflación se ha comprometido ahora a estudiar la propuesta. Pero Feijóo no quiere sólo un debate sobre la energía sino sobre el túnel económico en el que nos encontramos metidos. De entrada, el ministro Bolaños habla de «sudores fríos» de Feijóo. Afloran los nervios, pero el templado Feijóo ya sabe cómo fajarse frente a los insultos. Irá con sus propuestas para que luego no le digan que sólo receta pesimismo. En su pulso con Sánchez, maestro de esgrima a la hora de escabullirse de las interpelaciones parlamentarias, Feijóo puede emular a su compañero andaluz que, en todos los debates de campaña electoral, no entró al trapo de las descalificaciones. Siempre se puede marcar un Moreno Bonilla. Pero en su caso, es él quien, además de proponer, debe preguntar. ¿Sánchez bajará impuestos como acaba de hacer su homólogo alemán? ¿Sabremos por qué España ha aumentado el volumen de compras de gas a Rusia desde que comenzó la invasión de Ucrania? Una ocasión de oro para que el presidente del Gobierno, por una vez, responda.