Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Cuando en el debate mercantil aparecen en escena consideraciones graves derivadas de la seguridad nacional… pues se acaba el debate. No hay nada más que decir, nada más que opinar. Yo no sé, ni tengo medio de averiguarlo, si la presencia de la empresa húngara Magyar Vagon en el capital de Talgo y su control suponía un riesgo grave para nuestra mermada soberanía o ensombrecía nuestro lugar en el mundo, como consideró ayer el Consejo de Ministros. Si es así, no hay objeciones a su postura. Salvo por un pequeño detalle… circunstancial. La compañía húngara comunicó su interés a Talgo en noviembre del año pasado. Esta se lo comunicó a la Comisión Nacional de Mercado de Valores (CNMV) y el folleto se presentó oficialmente en el mes de abril. ¿Hacen falta ocho meses para investigar y concluir que la operación prevista supone una amenaza para la seguridad nacional? Parecen muchos, demasiados.

Por el camino surgió la iniciativa de la empresa ferroviaria checa Skoda, que amagó con distorsionar el panorama, pero que no alcanzó la consistencia necesaria para ello y se convirtió más bien en una maniobra de distracción.

¿Y ahora? Ya sabemos, porque nunca lo han ocultado, que los accionistas principales de Talgo en la actualidad desean abandonar la empresa que, aseguran, atraviesa un buena situación económica y dispone de una cartera de pedidos excelente. Su objetivo en esta negociación con los húngaros consistía en mejorar la capacidad industrial de la empresa española y completar su área de influencia comercial, en especial mediante una mayor presencia en los países del Este. Algo que Magyar ofrecía y cuya alternativa habrá que buscar ahora. ¿Dónde? No será fácil. Una cosa es encontrar financiación para estabilizar una empresa o para sostener su crecimiento -eso no es tan difícil si el proyecto es lo suficientemente bueno- y otra encontrar a alguien que tenga la posibilidad de ofrecer, además, una capacidad industrial adecuada en un sector tan escasamente poblado como es el ferroviario.

La cercanía de la compañía húngara con el Gobierno de su país, dirigido por alguien tan sospechoso, con tan pocos amigos presentables y tantas relaciones que inspiran terror como Viktor Orbán, ha arruinado el proyecto de unión. Algo nada sorprendente, pero sí curioso, si recordamos que Orbán es el actual presidente de turno ¡de la Unión Europea! de la que dependemos para tantas cosas…