Tonia Etxarri-El Correo
A las comunidades autónomas se les empieza a agotar la paciencia
En plena rampa de salida del desconfinamiento, el miedo al rebrote del coronavirus se combina con las ansias por recobrar la actividad económica y social. Mientras no llegue la vacuna esperamos mayor protección. Para todos. Y más datos rigurosos. Que hemos pasado de la prohibición de pisar la calle porque era ahí donde teóricamente estaba el virus al cambio radical del diagnóstico. Un informe de China concluye ahora que la calle es el lugar más seguro. Ayer salieron los niños y quedan pocos días para que empecemos a hacer, a partir del 10 de mayo, un ensayo general de lo que podría ser el regreso a un mundo distinto al que vivíamos hasta febrero. «Entramos juntos» en esta crisis, como dice Sánchez. No queríamos dejar a nadie atrás, pero no salimos todos. En el camino han quedado más de 23.000 fallecidos.
De la cuestionada gestión de la pandemia por parte del Gobierno destaca el contraste entre la rapidez y diligencia con que ha funcionado el Estado policial para garantizar la seguridad en el cumplimiento de las normas del encierro y la tardanza en dotarnos de medidas de protección sanitaria.
La versión edulcorada de Sánchez sobre las causas de la expansión del virus y los datos sobre el número de fallecidos comparando con los contagiados y no con el número de habitantes ha generado incertidumbre. La gente necesita creer. Pero no es tonta. Por mucho que Sánchez se meta en nuestros hogares todos los fines de semana en horario televisivo de máxima audiencia. Y si a estas alturas aún estamos pendientes de la realización de los test masivos, del estudio de seroprevalencia prometido por el ministro Illa desde hace tres semanas (fundamental para conocer la expansión territorial de la Covid-19), cunde la sensación de que el confinamiento ha servido solo como salvoconducto frente al contagio. Un objetivo poco ambicioso. Porque, mientras tanto, se ha avanzado poco en la protección sanitaria . ¿Sabemos qué grado de inmunización hay? No. Más de 37.000 sanitarios contagiados, recordaba la ex ministra Ana Pastor en su cuenta de twitter.
La intromisión televisiva de Sánchez es un exceso. Sus comparecencias no tienen nada que ver con la información sino con la propaganda. Otros mandatarios europeos como Merkel o Macron son más concisos. Sin hacer trampas al solitario. El escaparate del que se está beneficiando Sánchez no lo tiene ningún otro político. Él habla y habla pero no responde.
«La intromisión televisiva de Sánchez es un exceso. Habla pero no responde»
Si a la pregunta de las razones para prescindir de los portavoces de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en las conferencias de prensa contesta que «la misión está cumplida y los portavoces tienen que ser necesariamente otros» (¿cuál era su misión?) habrá que reconocer que sigue sin dar explicaciones. Y que una vez que los portavoces con galones cantaron sin querer las verdades del barquero al admitir su papel de vigilantes sobre las informaciones críticas al Gobierno, Sánchez ha aprovechado para apartarlos. Al fin y al cabo su exposición incomodaba a los nacionalistas y, también a su vicepresidente de Podemos. Es la otra cara de la moneda con que les pagó la ministra Margarita Robles que, al ensalzar el papel del Ejército en la gestión de la pandemia, compensó, en la morgue del Palacio de Hielo, la frialdad oficial de este Gobierno con un país que está de duelo. Ella fue capaz de honrar a los muertos.
El mando único era una buena idea para evitar duplicidades pero ha resultado un fiasco al depender de un ministerio sin competencias como el de Sanidad. Una cosa es el funcionamiento centralizado pero coordinado y otra muy distinta el ‘ordeno y mando’. La oposición en su mayoría ha sido leal. Sin ‘griterío’ ni ‘palos en las ruedas’. Las comunidades autónomas, salvando la disonancia de Torra, también. Pero se les empieza a agotar la paciencia. El PP ha apoyado todas las prórrogas del estado de alarma (poca ayuda le parece a Sánchez que ni siquiera se lo agradece). Pero enmienda su gestión. Por unilateral. Por improvisada. Si Urkullu reclama más margen de maniobra es porque se da cuenta de que el Gobierno de Pedro y Pablo no tiene un plan de desconfinamiento. Y aprovecha el caos para reclamar la devolución de competencias, aunque su idea de convocar elecciones para julio ha delatado su impaciencia partidista.
El día después del encierro, cuando arranquemos de nuevo, Sánchez se dará cuenta de que su plan de recentralizar el Estado no ha funcionado. Su empeño en diseñar el país marginando a la oposición constitucionalista tampoco.
En plena rampa de salida del desconfinamiento, el miedo al rebrote del coronavirus se combina con las ansias por recobrar la actividad económica y social. Mientras no llegue la vacuna esperamos mayor protección. Para todos. Y más datos rigurosos. Que hemos pasado de la prohibición de pisar la calle porque era ahí donde teóricamente estaba el virus al cambio radical del diagnóstico. Un informe de China concluye ahora que la calle es el lugar más seguro. Ayer salieron los niños y quedan pocos días para que empecemos a hacer, a partir del 10 de mayo, un ensayo general de lo que podría ser el regreso a un mundo distinto al que vivíamos hasta febrero. «Entramos juntos» en esta crisis, como dice Sánchez. No queríamos dejar a nadie atrás, pero no salimos todos. En el camino han quedado más de 23.000 fallecidos.
De la cuestionada gestión de la pandemia por parte del Gobierno destaca el contraste entre la rapidez y diligencia con que ha funcionado el Estado policial para garantizar la seguridad en el cumplimiento de las normas del encierro y la tardanza en dotarnos de medidas de protección sanitaria.
La versión edulcorada de Sánchez sobre las causas de la expansión del virus y los datos sobre el número de fallecidos comparando con los contagiados y no con el número de habitantes ha generado incertidumbre. La gente necesita creer. Pero no es tonta. Por mucho que Sánchez se meta en nuestros hogares todos los fines de semana en horario televisivo de máxima audiencia. Y si a estas alturas aún estamos pendientes de la realización de los test masivos, del estudio de seroprevalencia prometido por el ministro Illa desde hace tres semanas (fundamental para conocer la expansión territorial de la Covid-19), cunde la sensación de que el confinamiento ha servido solo como salvoconducto frente al contagio. Un objetivo poco ambicioso. Porque, mientras tanto, se ha avanzado poco en la protección sanitaria . ¿Sabemos qué grado de inmunización hay? No. Más de 37.000 sanitarios contagiados, recordaba la ex ministra Ana Pastor en su cuenta de twitter.
La intromisión televisiva de Sánchez es un exceso. Sus comparecencias no tienen nada que ver con la información sino con la propaganda. Otros mandatarios europeos como Merkel o Macron son más concisos. Sin hacer trampas al solitario. El escaparate del que se está beneficiando Sánchez no lo tiene ningún otro político. Él habla y habla pero no responde.
«La intromisión televisiva de Sánchez es un exceso. Habla pero no responde»
Si a la pregunta de las razones para prescindir de los portavoces de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en las conferencias de prensa contesta que «la misión está cumplida y los portavoces tienen que ser necesariamente otros» (¿cuál era su misión?) habrá que reconocer que sigue sin dar explicaciones. Y que una vez que los portavoces con galones cantaron sin querer las verdades del barquero al admitir su papel de vigilantes sobre las informaciones críticas al Gobierno, Sánchez ha aprovechado para apartarlos. Al fin y al cabo su exposición incomodaba a los nacionalistas y, también a su vicepresidente de Podemos. Es la otra cara de la moneda con que les pagó la ministra Margarita Robles que, al ensalzar el papel del Ejército en la gestión de la pandemia, compensó, en la morgue del Palacio de Hielo, la frialdad oficial de este Gobierno con un país que está de duelo. Ella fue capaz de honrar a los muertos.
El mando único era una buena idea para evitar duplicidades pero ha resultado un fiasco al depender de un ministerio sin competencias como el de Sanidad. Una cosa es el funcionamiento centralizado pero coordinado y otra muy distinta el ‘ordeno y mando’. La oposición en su mayoría ha sido leal. Sin ‘griterío’ ni ‘palos en las ruedas’. Las comunidades autónomas, salvando la disonancia de Torra, también. Pero se les empieza a agotar la paciencia. El PP ha apoyado todas las prórrogas del estado de alarma (poca ayuda le parece a Sánchez que ni siquiera se lo agradece). Pero enmienda su gestión. Por unilateral. Por improvisada. Si Urkullu reclama más margen de maniobra es porque se da cuenta de que el Gobierno de Pedro y Pablo no tiene un plan de desconfinamiento. Y aprovecha el caos para reclamar la devolución de competencias, aunque su idea de convocar elecciones para julio ha delatado su impaciencia partidista.
El día después del encierro, cuando arranquemos de nuevo, Sánchez se dará cuenta de que su plan de recentralizar el Estado no ha funcionado. Su empeño en diseñar el país marginando a la oposición constitucionalista tampoco.