¿Os imagináis que, en junio del próximo año, cuando se celebren las elecciones autonómicas en el País Vasco, Otegi dependa de Sánchez para ser lehendakari y que Sánchez dependa de Otegi para seguir siendo presidente del Gobierno de España? ¿Podría darse el caso de que Bildu exigiera los votos socialistas en la Cámara vasca para seguir sosteniendo al Gobierno de Sánchez? De momento, lo que sí sabemos es que si Sánchez es presidente, y lo sigue siendo en junio del próximo año, lo será gracias a una pléyade de grupos menores que comparten la pretensión de desmembrar el Estado, ejercer el derecho a la autodeterminación e independizarse de España, entre los que se encuentra Bildu, el primero de todos ellos en comprometer su voto para investir nuevamente a Sánchez para, con ello, acercarse al cumplimiento de sus objetivos.
Siguen pensando lo que me dijo un diputado y dirigente socialista hace unos años en la cafetería del Parlamento vasco: «Vivimos muy bien a la sombra del PNV»
Hace poco más de un año, en este artículo, yo defendí que Otegi nunca sería lehendakari. Y lo sigo creyendo. Lo que ocurre es que el desprestigio del PNV sigue creciendo tanto fuera como dentro de Euskadi. Y hoy es un partido envejecido, decadente y lastrado por sus principales dirigentes. Si antes logró que fuese valorado por la izquierda y por la derecha a base de no ser ni de derechas ni de izquierdas sino todo al mismo tiempo en función de sus intereses electorales y partidarios (cosa que expliqué en este otro artículo), ahora, a base de sus contradicciones, su oportunismo y su desvergüenza, está provocando un creciente rechazo. Quizás los españoles (y muchos vascos, entre ellos) se han cansado de sus chantajes y su forma de hacer política. No digo que el PNV vaya a derrumbarse electoralmente o que no vaya a seguir siendo todavía primera fuerza en el País Vasco, digo que ya no parece ser lo que fue, y puede que no le den los números para que Iñigo Urkullu siga siendo lehendakari de manera incontestable; o, lo que viene a ser lo mismo e incluso más definitivo a los efectos que planteo, que el PSE-PSOE (y Sumar) tengan en su mano otra posibilidad: hacer lehendakari a Otegi.
Sigo pensando que no es lo que quieren los socialistas vascos. Creo que siguen pensando lo que me dijo un diputado y dirigente socialista hace unos años en la cafetería del Parlamento vasco: «Vivimos muy bien a la sombra del PNV». Y que prefieren ser comparsas del PNV a su alternativa. Pero podría darse el caso de que el PSE-PSOE tuviera en su mano decidir si el PNV o Bildu en una tesitura en la que ambos sigan siendo socios del Gobierno de Sánchez, por lo que uno u otro podría poner sobre la mesa la decisión de dejar caer a Sánchez en caso de no recibir los votos socialistas para gobernar Euskadi. Por lo que la inestabilidad que ya sufrimos no hará sino agravarse con el paso de los meses.
Es cierto que la decadencia del PNV tiene sus riesgos y, entre ellos, el mayor de los imaginables: que gobiernen los herederos de ETA
Estamos en las mismas, podría decirme alguno. Sin embargo, a efectos de estabilidad política no es lo mismo que haya alternativa al PNV a que no la haya, ya que, en este caso, habría más actores políticos en el juego. Es cierto que la decadencia del PNV tiene sus riesgos y, entre ellos, el mayor de los imaginables: que gobiernen los herederos de ETA. Pero quién sabe si la debilidad del PNV pudiera abrir las puertas a un constitucionalismo renovado que cogiera aire y pudiera ser incluso alternativa en un futuro no demasiado lejano. Ya hay ciertos movimientos desde la izquierda y desde el centro liberal progresista para hacerla posible, y quizás fuera interesante que lo hicieran conjuntamente. Si no para ser alternativa, al menos para tener voz y comenzar a construirla.
En cualquier caso y a la espera de acontecimientos, la posibilidad de que Otegi pueda ser lehendakari es otra de las razones para defender la conformación de una Gran Coalición PP-PSOE, como ha planteado Consenso y Regeneración a través de este manifiesto, coalición que, no soy ingenuo, tiene algunos inconvenientes: por un lado, provocaría en el corto plazo el crecimiento de los extremos, independentistas incluidos; por otro lado, anularía temporalmente la visualización de una alternativa real de gobierno, tan necesaria en una democracia; finalmente, es probable que no daría respuesta a las reivindicaciones de toda la sociedad, generaría cierta frustración en determinados sectores sociales y podría provocar cierta contestación social.
Sin embargo, esta Gran Coalición serviría para garantizar la estabilidad gubernamental en tiempos de zozobra y crisis económica como parece se nos viene encima, excluiría de la gobernación de España a quienes quieren destruirla y rebajaría el clima de crispación y polarización políticas que llevamos demasiados años padeciendo. Quién sabe si podría incluso impulsar algunas de las reformas que sigue necesitando España. Además, la conformación de este gobierno no impediría ni las reivindicaciones propias de los restantes actores políticos, minorías incluidas (sin que su asunción sea obligatoria), ni el surgimiento de nuevas opciones políticas. Y los inconvenientes podrían sobrellevarse si la coalición funcionara adecuadamente durante un tiempo limitado.
Apoyarse en Bildu, ERC y Puigdemont para gobernar el país solo puede traernos penurias políticas y económicas, ruptura del marco constitucional y posiblemente la desmembración de España
Obviamente, es (casi) imposible. Sánchez acaba de descartar siquiera reunirse con Feijóo, quien le remitió una carta para entablar un diálogo que desembocara en una posible abstención del PSOE que permitiera al PP gobernar en minoría y en solitario. Ambos se equivocan. Se equivoca Feijóo, porque sigue sin entender que el sistema político español es parlamentario, por lo que no basta con ser la fuerza más votada para que el PSOE se abstenga y le permita gobernar. Al presidente lo eligen los diputados, por lo que debes lograr el apoyo de la mayoría para serlo. Otra cosa es que el PSOE no tuviera apoyos suficientes y, por lo tanto, no hubiera alternativa, pero no es el caso. Por muy indeseables que sean sus socios, Sánchez aspira a mantenerlos, por lo que pedir que simplemente se abstenga y deje gobernar al PP es un brindis al sol destinado al fracaso. Y, a la vez, este es el error de Sánchez: pretender gobernar y apoyarse en Bildu, ERC y Puigdemont para gobernar el país, lo cual solo puede traernos penurias políticas y económicas, ruptura del marco constitucional y posiblemente la desmembración de España.
Así que deben dialogar, negociar y acordar en beneficio de España. Con los actuales mimbres, parece imposible. Pero son los que a día de hoy tenemos. Y es la única opción viable ahora mismo.