Miquel Giménez-Vozpópuli

Entre los sanchitos, palabro acuñado por mi líder Carlos Herrera para definir a quienes tienen una cartera con Sánchez, mi preferido es Óscar Puente. El ministro de transportes ha de darnos tremendas tardes de gloria a quienes amamos el surrealismo como forma de humor e incluso de vida. Además, su estajanovismo tenaz hace que cada día produzca una o dos frases dignas de los hermanos Marx, de Tip, de Breton o de Apollinaire si es que nos ponemos estupendos. Por cierto, Breton ya dijo que el surrealismo bebía del comunismo y el anarquismo así que entienda Puente que con este billete le facilitamos que pueda jactarse ante Sánchez, el asombro de Damasco.

Después de definir la amnistía como casarse de penalti y decir que la mayoría de socialistas estaban en contra- ¡toma ya! – se ha despachado con unas declaraciones que han provocado la hilaridad general. Y es que mi ministro, ese Puente sobre el río Kwai que se hace volar solito, ha dicho que “Cuando hablamos de movilidad sostenible pensemos que la movilidad sostenible sana y segura es fundamentalmente una movilidad femenina. ¿Quién se mueve en las ciudades de forma sana, sostenible y segura? Las mujeres”. Y lo suelta el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. El estupor debió ser de antología.

El conductor de autobús, metro o taxi, si es varón ¿es un peligro? Quedamos a la espera de que el ministro dé cabal respuesta a tamañas dudas que nos atormentan.

Analicemos esa perla de sabiduría de mi ministro. “La movilidad sostenible sana y segura es femenina”. Es decir, si usted sale a comprar el pan, a hacer unos mandados o, simplemente a trabajar, bien a pie, bien en transporte público, bien en automóvil, velocípedo, patinete, patín o a lomos de una caballería y es hombre sepa que mi ministro lo considera un peligro, puesto que al no ser mujer ni es sano ni sostenible ni seguro. ¿Podría solucionarse esto con que todos los hombres nos reconociésemos de género femenino para circular por la vía pública? ¿Se expedirían pases de veinticuatro horas para tamaño cambio de orientación sexual o sería para siempre? El conductor de autobús, metro o taxi, si es varón ¿es un peligro? Quedamos a la espera de que el ministro dé cabal respuesta a tamañas dudas que nos atormentan.

Sigue mi ministro y dice que “el transporte público o en bicicleta es propio de mujeres”. Entonces, si usted es, un suponer, mujer y se reclama como tal y va con su vehículo particular ¿se convierte automáticamente en alguien de género masculino? ¿No usar la bicicleta forma parte del heteropatriarcado? ¿A la ancianitas que usan el taca taca cómo debemos calificarlas, como hombres que van con coche propio, como peatonas, como no partidarias de la sororidad en el transporte sostenible? Y con el citado ministro, que antes en Valladolid circulaba en unos vehículos que quitaban el hipo y ahora debe ir en coche oficial, ¿qué hacemos? ¿Es sostenible? Digo más, ¿al Gran Califa de Bagdad socialista, que tanto usa el Falcon, qué le decimos?

Lo repito, espero mucho de mi ministro, el más grande de todos los sanchitos que han sido y son

Todo esto ha inquietado profundamente a filósofos, estadísticos, politólogos, numismáticos, pedicuros y una señora que vende calcetines en Legazpi. Y yo digo, como anticipaba en uno de sus geniales tuits mi admirado Alejandro Fernández, que no nos metamos con mi ministro, que le dejemos decir. Sabia observación, porque ante lo que puede salir de Puente cualquier forma de oposición se queda en agua de borrajas. Espero que su empeño en aunar feminismo podemítico y transporte lo lleve a decir cosas como “Está usted como un tren” o “Tiene usted un cuerpazo para parar el tráfico”.

Lo repito, espero mucho de mi ministro, el más grande de todos los sanchitos que han sido y son.