- Hace muchos años vi a un ministro inglés pegándole un puñetazo a un manifestante que le había lanzado un huevo. Le hicieron dimitir de inmediato, o dimitió de grado al comprender que no se puede agredir a un provocador cuando eres ministro. Esa era la norma, ahí estaba el baremo
¡Nos han ‘robao’ el cobre! ¡Nos han ‘robao’ el cobre! Así reaccionó el camorrista que funge de ministro de la cosa de moverse. Teniendo en el gabinete a un provocador, Sánchez anuncia hasta dónde está dispuesto a llegar en bajeza y confrontación. ¡Nos han ‘robao’ el cobre! Este conoce el percal porque tiene mucha calle. Piensa de entrada en lo suyo cuando nuestro sistema ferroviario se revela tercermundista, lejos de lo que Obama admiró en su día, afirmando con un desprecio evidente (que aquí se tomó como halago): «En EE.UU. no nos lo podemos permitir».
—Que no era el cobre, tronco, no te calientes. Menudo genio… Nos obligas a agarrarte para que no hagas un disparate. Que esto no es como antes, macho, como a ti te gustaría, que ahora eres ministro. Sí, ya sé que es para descojonarse, por eso te partes cada vez que lo recuerdas. Eso es, ríe, tronco, ríe, venga. ¿Será posible, tío? Qué pronto tiene el cabrón, se estaba desternillando de risa y ya se está arrancando la camisa otra vez. ¡Ayudadme a cogerlo! Ayudadme con él, que, cuando se pone así, la furia le da una fuerza brutal y se lleva todo lo que se le ponga por delante. No conoce ni a su padre cuando lo calientan.
Fue un accidente, un enganchón con la catenaria, le llaman, pero al señor Puente no hay quien le haga entrar en razón. Hace muchos años vi a un ministro inglés pegándole un puñetazo a un manifestante que le había lanzado un huevo. Le hicieron dimitir de inmediato, o dimitió de grado al comprender que no se puede agredir a un provocador cuando eres ministro. Esa era la norma, ahí estaba el baremo. ¿Te lanzan un huevo por la calle y eres corredor de seguros, peluquero, taxidermista, bancario? Pues le das una caricia al tipo para que la próxima vez se lo piense mejor. Que la caricia sea proporcional al huevo, de preferencia, aunque a veces es difícil medir eso. Ahora bien, existía una norma no escrita, una convención social arraigada, una pauta consuetudinaria según la cual un ministro no reacciona como Juan Nadie.
De ahí lo novedoso de la apuesta de Sánchez por Puente, el de los trenes que no andan y revientan el día, los planes y la paciencia a decenas de miles de personas. De algún modo, simbólico o no, todos saben que en un experimento político semejante hay que tomar precauciones. Una jaula estaría bien. Pero sin internet, por favor, porque mientras el transporte ferroviario se hunde, el ministro desatado se dedica a amenazar a usuarios de X. A una mujer la viene acosando, llamándola «Manolo» obsesivamente, por discrepancias ideológicas. A veces encontramos seres sin civilizar, carne de cárcel. Lejos de los pícaros simpáticos de la novela del XVI, existen villanos pendencieros sin redención. Puente dedica los recursos de su increíble Ministerio a detectar columnas donde se le critique. ¡Aquí estoy, tío! Siempre un paso más allá que tú.