Carlos Martínez Gorriarán-Vo<pópuli
- Nos hemos acostumbrado a que nos mientan y, por consiguiente, a que muchos tengan serios problemas para distinguir verdades de mentiras.
Óscar Puente no es un accidente ni tampoco un síntoma (y desde luego, no es un verdadero ministro aunque ocupe un ministerio): es una estrategia. En concreto, de la destrucción del concepto mismo de “verdad” o “mentira”, que como Simone Weil y Hannah Arendt explicaron pacientemente, es esencial para el avance de las políticas totalitarias. También, como es el caso, de ese populismo ramplón, inepto, corrupto, que hemos perdido el tiempo llamando sanchismo.
Como en cualquier otra corrupción, en esta hay grados, no es lo mismo inventarse un máster que acusar de mentir a un juez siendo uno ministro en activo
La zafiedad y embrutecimiento del conocido como Oscargután por méritos propios es un ingrediente indispensable de esa estrategia. Por ejemplo, esta semana osó acusar a un juez, en uno de sus tuits inmarcesibles, de mentir por contar una experiencia personal que todos los días conocen miles de españoles desplazados fuera de su Comunidad Autónoma, especialmente en vacaciones: que una sanidad autonómica no se hace cargo de los gastos de farmacia de otra sanidad autonómica, por ejemplo. Para el menestro (sic) es simplemente mentira.
¿Cómo podemos llamar a esta labor de lento pero firme desgaste de la diferencia básica entre verdad y mentira?: creo que corrupción intelectual le va bastante bien. Como en cualquier otra corrupción, en esta hay grados, no es lo mismo inventarse un máster que acusar de mentir a un juez siendo uno ministro en activo, del mismo modo que no es igual saltarse el pago del IVA que montarse una red de corrupción como la de Koldo, Cerdán y Aldama.
Lo alarmante del fenómeno es la naturalidad con que se ha instalado en la sociedad española: nos hemos acostumbrado a que nos mientan y, por consiguiente, a que muchos tengan serios problemas para distinguir verdades de mentiras. No solo políticos, y especialmente del gobierno. La degeneración afecta a gran parte del periodismo, de los expertos y del mundo académico. La consecuencia más grave no es la mentira en sí sino, como explicó tan bien Arendt analizando el auge nazi en Alemania, la conversión de los hechos en opiniones y de las verdades en nada.
La costumbre de mentir
Estos mismos días dos economistas de los más famosos, de esos que son consultados por el periodista de guardia y llamados a las tertulias mejor pagadas y los cursos más rumbosos de fundaciones bancarias, han dicho sin despeinarse, uno, que “las autovías deberían ser pagadas solo por quienes las usan” (¿y quién no es usuario directo o indirecto de las autovías, los ángeles y demonios?) y, otro, que “en los años ochenta y noventa los jóvenes españoles no podían viajar ni entrar en los restaurantes” (debe haber pasado esos años en Cuba o Corea del Norte). Un célebre ex catedrático de Derecho Constitucional (quizás la especialidad jurídica más afectada por la corrupción intelectual) escribía en plena ola de incendios que el Gobierno tiene prohibido por la Constitución auxiliar a las Comunidades Autónomas si estas no lo piden por el conducto oficial (sí, ese que está usted pensando).
Llevamos meses asistiendo, entre divertidos y escandalizados, al desfile de cargos públicos, especialmente socialistas, que han mentido sobre sus títulos académicos. No menos paradójico, o quizás no, es que la cacería la iniciara el celebrado Oscargután, que presume de un máster de la Señorita Pepis expedido por una escuelita interna del PSOE y firmado, oh cielos, ¡por el insigne José Félix Tezanos, famoso remendador de virgos estadísticos! En realidad, ¿existe Tezanos? ¿O el famoso Fernando Simón, para quien se augura la dirección de un nuevo Comité de Expertos, este sobre la salud mental de las víctimas de la dana de Paiporta?; y en tal caso, ¿será Pedro Sánchez una de las víctimas estudiadas?
El Puto Amo de Oscargután orquestó una complicada maniobra para que la Universidad Complutense convirtiera a su señora en Catedrática sin tener más que el bachillerato (si lo tiene): Honoris Sauna, ha dicho la lúcida maledicencia de la plebe
Lo normal sería pensar que cuando el menestro (sic) declaró abierta la veda de falsos títulos, a pesar del suyo, fue víctima de su consciente torpeza y agresividad simiesca. Pero seguramente esta no es la buena explicación: es más probable que la estúpida maniobra busque profundizar en el desprestigio absoluto no de la casta política, sino de las titulaciones académicas. Viene al caso recordar que su Puto Amo es tenedor de un doctorado ful sospechosos de plagio y emitido por una universidad, privada, también del tipo Señorita Pepis. Y que el Puto Amo, no en vano motejado de Don Teflón por prensa internacional muy seria, ha tenido el cuajo de firmar como suyos libros que le escribe una trepa entregada y premiada, que presume de autoría en negro.
Más aún: el Puto Amo de Oscargután orquestó una complicada maniobra para que la Universidad Complutense convirtiera a su señora en Catedrática sin tener más que el bachillerato (si lo tiene): Honoris Sauna, ha dicho la lúcida maledicencia de la plebe baqueteada por golfos desde hace tanto. Como el pastel se acabó descubriendo y como probablemente tendrá malas consecuencias judiciales para la Pareja de la Moncloa, según augura la reciente portada del solemne Financial Times, la pregunta es por qué era tan importante para Don Teflón que su señora fuera tratada de Catedrática, nada menos (aunque hay muchos miles de catedráticos, el título epata a los paletos).
Zapatero, doctor honoris causa
La explicación es doble: satisfacer el narcisismo insaciable, y profundizar en la tarea de corrupción intelectual, tan necesaria para el régimen como las demás formas de corrupción política, penal y económica; porque lo quieren todo, gratis y ahora. La universidad española, pobrecilla, es una institución que da toda clase de facilidades en esta tarea corruptora. Supongo que pronto habrá ocasión de recordar que la Universidad de León, esa digna alma mater, regaló un doctorado honoris causa a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Qué necesidad había para esta auto humillación y devaluación del título? Bien es verdad que en España ser doctor (de verdad) vale para bien poca cosa (e incluso los palurdos pueden usarlo contra el doctor, por elitista y creído). Pero hasta ese menudo título quieren obtener por la vía del saqueo y la mentira. ¿Por qué?: porque la corrupción intelectual es un ingrediente clave de la olla podrida llamada sanchismo, o España 2025. Veremos mucha más.