Oscura metáfora

GABRIEL ALBIAC, ABC – 25/05/15

· Eso deben prefigurar los pactos: la promesa de que un bloque constitucionalista va a hacer frente a peronistas y bolivarianos.

La metáfora es tentadora: unas elecciones municipales acabaron con la monarquía en 1931; unas elecciones acaban con la Constitución del 78 ahora. La metáfora es tentadora, pero ambigua. Porque, en política, las metáforas engañan siempre.

Las municipales de 1931 irrumpían en la escena trágica de un país desgarrado. No había organización política que no tirara de armas. Lo cual en nada era diferente, es cierto, a lo que estaba sucediendo en el resto de esa Europa que, tras la Gran Guerra, vivió en guerra civil latente hasta la segunda mundial. En España todo era más bestia sólo. Y daba, sin matiz, sobre la carnicería que, al final, tendría su inevitable estallido en 1936.

Esto de ahora carece de epopeya. Por fortuna. No es más que el asalto a la alta administración del Estado por una generación ávida. Nada demasiado distinto a lo que ya ocurrió en 1978. Entre González e Iglesias, la única diferencia es capilar. Ambos carecen de formación académica y de escrúpulos. Ambos son hombres de arramblar con lo que pillen. Los españoles hemos echado ya demasiada costra como para que un matiz retórico de ese orden nos sorprenda. Todo seguirá siendo como siempre. Nauseabundo. Como siempre en la política que hemos conocido. Y eso es lo peor.

Lo de ayer ha sido la primera vuelta de las, supongo que muy cercanas, elecciones generales. Para entonces, los populistas no alcanzarán probablemente la mayoría absoluta. Pero podrán paralizar –o hacer notar que pueden hacerlo– el poder legislativo. Ofrecerán el modo de evitarlo: hay una constelación casi infinita de cargos con sueldo en juego; los bastantes como para que ningún amigo quede fuera. Fue exactamente lo que hizo el PSOE antes de tomar el poder. Apropiarse de los engranajes intermedios del Estado es poner los fundamentos para tomarlo en la siguiente convocatoria. Sobre todo, una vez que se controlen las grandes máquinas de generar fe: los televisores. Y, en eso sí, los populistas serán implacables. Porque ahí, en la máquina de embrutecer, es donde se lo juegan todo.

En teoría, podría aún alzarse una barrera a esa dinámica, que trae a la memoria, más que la primavera republicana del 31, la gangrena de Weimar que abrió vía al nazismo. Un pacto firme de Estado entre partidos constitucionalistas –PP y PSOE necesariamente, también Ciudadanos–, permitiría configurar la mayoría que procediera a las reformas constitucionales sin las cuales todo el edificio del Estado caerá a plomo. Y que, ante todo, instaure con urgencia una ley electoral similar a aquella mediante la cual De Gaulle acabó con la inestabilidad de la IV República Francesa. No hay una sola excusa de recibo para posponer eso. El tiempo juega aquí como un implacable asesino de la libertad.

Eso deben prefigurar los pactos municipales y autonómicos: la promesa de que un bloque constitucionalista va a hacer frente a peronistas y bolivarianos. Si no es así, la partida habrá terminado. Y, entonces sí, sin ninguna duda, 2015 será 1931. Sin metáfora.

GABRIEL ALBIAC, ABC – 25/05/15