Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 10/10/12
A punto de iniciar su proceso de paz, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, preguntó: «Este Otegi y Ternera, ¿cómo son?». Luego se comprobaría cuán alejada de la realidad estaba su visión de la banda criminal y sus miembros. Su interlocutor, el lendakari Ibarretxe, no era, desde luego, quien iba a apearle de sus ensoñaciones y cálculos. Pero las falsas percepciones sobre los terroristas no son exclusivas de aprendices de brujo de la política. Son moneda corriente en nuestra época y también en España, pese a los muchos años de sufrimiento infligido por ETA. De ahí que haya que dar la bienvenida al extraordinario trabajo de investigación realizado por los periodistas Mariano Alonso y Luis F. Quintero sobre Arnaldo Otegi. Un hombre que, tras dieciséis años de terrorismo, se convertiría en cabeza visible de sus servicios auxiliares y figura estelar de la negociación con el Gobierno Zapatero.
Otegi. El hombre nuevo, la biografía no autorizada que escriben Alonso y Quintero, es un indispensable contrapeso a la frívola tendencia a la mitificación del terrorista. Y un necesario baño de realidad frente al blanqueo de imagen del que se beneficia el dirigente batasuno, parte a su vez de un proceso de legitimación de ETA, que pretende culminar con el aval de las urnas. Acaba de salir, a esos efectos, un libro de entrevistas con Otegi, firmado por un periodista afín, titulado El tiempo de las luces. Capcioso título, pues ¿qué luz puede emanar de quien no condena el historial de crímenes de la banda a la que ha servido? Queden las hagiografías y la propaganda para los partidarios. Quintero y Alonso, siempre anclados en los hechos, retratan al personaje en el mundo de sombras que le es propio.
Los autores rastrean las huellas de Otegi a lo largo de varias décadas y lo hacen con material de primera y un ritmo narrativo trepidante. Así reconstruyen los tres secuestros en los que participa: los del empresario Luis Abaitua y los políticos de UCD Javier Rupérez y Gabriel Cisneros, quien logra escapar pero resulta gravemente herido. Todos suceden después de las primeras elecciones democráticas, dato a resaltar cuando Otegi reelabora su biografía eludiendo esos pecadillos juveniles, y se limita a situar su entada en ETA durante la dictadura. Tiene mucho interés el material de hemeroteca que incluye el libro y que, en esa etapa, da testimonio de la desorientación con la que se afrontaron los años de plomo. Por citar un caso: la portada de un diario nacional en la que se lamentaban «los salvajes métodos de ETA».
De la célula terrorista a la moqueta del Parlamento vasco pasa el Gordo, como le apodan desde niño, gracias a casualidades, como el encarcelamiento de toda la dirección de Herri Batasuna. Aunque también, como subrayan los autores, por su gusto por «la verborrea, las cámaras y los micros». Cuida mucho las puestas en escena. Quiere ser el Gerry Adams del País Vasco, y luego se pondrá el disfraz de pacifista, igual que lo hizo Adams, un «sensacional farsante», como le ha calificado Rogelio Alonso, el mejor conocedor español del dirigente del IRA. Puesto en la imitación, Otegi emulará al Arafat que se presentó en la ONU con una rama de olivo (y el fusil de combatiente). Pero cuando ETA mata, Otegi calla. Rememora en el libro Nicolás Redondo Terreros el comportamiento «de una indignidad absoluta» que tuvo tras el asesinato de Fernando Buesa, con el que debatía a diario en la Cámara de Vitoria.
Aquella conducta no fue obstáculo para que un socialista vasco, Jesús Eguiguren, estrechara una amistad con el batasuno. De esa relación dan cumplida cuenta Alonso y Quintero, y no es para menos. El lustro de reuniones en el caserío de Txillarre siembra el germen de la negociación política con el Gobierno Zapatero, y abre la fase de Otegi como negociador. Es cuando encandila al presidente y «presume de su capacidad de influencia y persuasión». Tanta cree tener que, como recuerdan los autores, se permite preguntarle al juez: «¿Esto lo sabe Cándido Conde Pumpido?».
Está viviendo sus quince minutos de fama. Hay quienes desean ver en él a una izquierda abertzale independiente y hasta opuesta a ETA. El autoengaño salta por los aires tanto en las conversaciones secretas de Loyola como en la T-4. Y Otegi no tendrá una palabra contra ETA; lo más que llega a decir, en el juicio que le condena como dirigente de la banda en 2011, es que ETA, más que ayudar, «estorba». A la vista del estudio del personaje que hacen los autores cabe inferir que le estorbaba en su ambición de liderazgo. «La atmósfera de la política le cautiva», escriben. Ya encarcelado, «echaba de menos el salseo de los pasillos el Parlamento de Vitoria, las cámaras, el puñado de alcachofas de radios, periódicos y televisiones, los discursos y los titulares de prensa al día siguiente».
Se había visto, escriben, como «el Mandela vasco», como el líder aclamado que sale de prisión para alcanzar el puesto de lehendakari, pero son los suyos los que se encargan de frustrar esos deseos. El conglomerado que aspira a beneficiarse electoralmente de la coacción criminal ejercida por ETA tiene otros planes. Prefiere a alguien que no formara parte del aparato batasuno. La candidata es la escritora Laura Mintegi, que despachará los sueños políticos delelgobaitarra con estas palabras: «Es un buen líder; quizá no habría sido el mejor lehendakari». Otegi estorba.
Llegados a este punto final del recorrido, pocos enigmas le quedarán al lector sobre las andanzas del biografiado y episodios cruciales como la negociación con ETA. Pero encontrará igualmente el retrato de una generación de «patriotas de la muerte», como los llamó Fernando Reinares, que, más allá de alimentarse en el odio y venerar a una diosa nación que les reclama sacrificios humanos, transporta un bagaje ridículo. Como muestra la quintaesencia del pensamiento de Otegi que recogen los autores: «El día que en Lekeitio o en Zubieta se coma en hamburgueserías y todo el mundo vista ropa americana y deje de hablar su lengua para hablar inglés, y todo el mundo en vez en de estar contemplando los montes esté funcionando con internet, pues para nosotros ése será un mundo tan aburrido que no merecerá la pena vivir». Esa es toda la cosmovisión que ha producido el terrorismo nacionalista vasco.
Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 10/10/12