El Correo-TONIA ETXARRI

Pasó por Waterloo. Otegi quiso celebrar con Puigdemont la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la que se dice que no tuvo un juicio justo en el año 2011. Y el prófugo catalán, que lleva un año concentrado en su particular campaña de desprestigio de la justicia española se felicitó como si el juicio cuestionado de ‘Bateragune’ fuera causa propia. El líder de EH Bildu, ahora inhabilitado, espera ver su oportunidad, si no para su rehabilitación política para poder presentarse de candidato a lehendakari en las próximas elecciones autonómicas, al menos para seguir desprestigiando al Estado en un frente común con los secesionistas catalanes.

En realidad, la sentencia en la que se reconoce que los dirigentes abertzales no tuvieron un juicio justo no se pronuncia sobre el fondo. Ni cuestiona nuestro sistema judicial. Más bien al contrario. Porque sugiere que la Justicia española ya tiene sus mecanismos de compensación. Ha sido un varapalo. Pero sin consecuencias. Salvo que Otegi quiera pedir revisión de la sentencia que le condenó. El tribunal europeo reconoce que los penados por el ‘caso Bateragune’ no tuvieron un juicio justo porque la presidenta de la Sala, Ángela Murillo, no fue imparcial. Pero no ha querido ir más allá porque ha considerado el momento político que se estaba juzgando. El último ‘Zutabe’ conocido nos acaba de recordar el macabro balance que dejó ETA con sus asesinatos. El intento de reconstrucción de la ilegalizada Batasuna llegó a influir de alguna manera en el ánimo de los magistrados que condenaron a quienes pretendieron volver a poner en marcha una estructura «siguiendo instrucciones de ETA». Por lo tanto, los temores de los encausados de no ser tratados con imparcialidad «estaban objetivamente justificados», según la sentencia.

Bastó que la magistrada Ángela Murillo expresara su falta de sorpresa cuando Otegi le dijo que no pensaba responder a su pregunta sobre si condenaba el terrorismo de ETA, para que el condenado recurriera, entre otros, contra ella por falta de parcialidad. Y el mismo tribunal europeo que había declarado en 2011 que Batasuna y Herri Batasuna eran un instrumento político del terrorismo y avaló su ilegalización, esta vez ha reconocido que quienes juzgaron a Otegi tuvieron prejuicios. Y ahí se queda la sentencia. Sin pedir anulación de juicio ni imposición de multas ni indemnización alguna. El suficiente perjuicio para que la propaganda independentista lo esté utilizando hábilmente para descalificar a la Justicia española.

Nuestro país no es precisamente el más cuestionado por la institución de Estrasburgo (en 2017 fue condenado en seis ocasiones frente a las 16 de Austria o las 28 de Italia, por ejemplo) pero no cabe duda de que su imagen está siendo cuestionada por casos de impacto muy mediáticos aprovechados por el activismo independentista. Si a lo largo del año se llegan a resolver alrededor de seis millones de casos , el cuestionamiento de seis sentencias no puede llevarnos a generalizar la falta de imparcialidad en todo nuestro sistema judicial. Pero todo vale en el convento independentista. Sobre todo, en puertas del juicio del ‘procés’. Dos naciones oprimidas por un Estado antidemocrático. Ese es el lema que moviliza a la izquierda abertzale y a los secesionistas catalanes. Otegi y Puigdemont insistieron en la unidad. Una foto de campaña ‘anti Estado español’ en la que algunos jelkides como Joseba Egibar se sienten cómodos. Pero que el lehendakari Urkullu, por mucho que comparta algunas críticas, no se puede permitir.